Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error.
E1 viento húmedo y frío peina los árboles del otero y empuja en el cielo cúmulos de nubes cenicientas. Arrebujados en sus gruesos mantos, Jesús y los doce y Esteban bajan de Gabaón al camino que conduce hacia la llanura. Hablan entre sí mientras Jesús, absorto en uno de sus silencios, está lejos de lo que le rodea. Y ahí está, hasta que, llegados a un cruce a media ladera -es más, casi al pie del otero-, dice: -Tomamos esta dirección y vamos a Nob. -¿Cómo? ¿No vuelves a Jerusalén? – pregunta Judas Iscariote. -Nob y Jerusalén es casi una sola cosa para quien está habituado a caminar mucho. Pero prefiero estar en Nob. ¿Lo lamentas? -¡Oh! ¡Maestro! Por mí, acá o allá… Más bien lo que lamento es que en un lugar tan propicio para ti hayas figurado tan poco. Hablaste más en Bet-Jorón, que ciertamente no se mostraba amiga tuya. Deberías hacer lo contrario. ¡Vamos, eso me parece! Tratar de atraer cada vez más a ti las ciudades que sientes propicias, hacer de ellas… contraarmas para las ciudades dominadas por enemigos tuyos. ¿Sabes qué valor, tener de tu parte las ciudades cercanas a Jerusalén? A1 fin y al cabo, Jerusalén no es todo. También pueden contar los otros lugares y hacer pesar su voluntad sobre el sentir de Jerusalén. Los reyes generalmente son proclamados en ciudades fidelísimas; consumada la proclamación, las otras se resignan… -Cuando no se rebelan, y entonces hay luchas fraticidas. No creo que el Mesías quiera empezar su reinado con una guerra interna-dice Felipe. -Yo quisiera una sola cosa: que hubiera comenzado en vosotros con visión precisa. Pero vosotros no veis todavía con precisión… ¿Cuándo vais a comprender? Sintiendo que quizás es una reprensión lo que está para venir Judas Iscariote pregunta otra vez: -¿Y por qué aquí, en Gabaón, has hablado tan poco? -He preferido escuchar y descansar. ¿No comprendéis que Yo también necesito descanso? -Hubiéramos podido quedarnos y darles esta satisfacción. Si estás tan cansado, ¿por qué te has puesto de nuevo en camino? – pregunta afligido Bartolomé. -No son mis miembros los que están cansados. No necesito quedarme para darles reposo. Es mi corazón el que está cansado y necesita descanso. Y Yo descanso donde encuentro amor. ¿Creéis, acaso, que sea insensible a tanto odio?, ¿que los rechazos no me causen dolor?, ¿que las conjuras contra mí me dejen insensible?, ¿que las traiciones de quien se finge amigo, y es un espía de mis enemigos, puesto a mi lado para…?-¡Jamás suceda eso, Señor! Y no debes siquiera sospecharlo. ¡Hablando así, nos ofendes! – protesta Judas Iscariote, con una apasionada irritación, que es superior a la de todos los demás; en efecto, todos protestan diciendo: -Maestro, nos afliges con estas palabras. ¡Dudas de nosotros! Y Santiago de Zebedeo, impulsivo, exclama: -Me despido de ti, Maestro, y vuelvo a Cafarnaúm. Con el corazón roto. Pero me marcho. Y si no es suficiente Cafarnaúm, me iré con los pescadores de Tiro y Sidón, iré a Cintium, iré no sé a dónde. Pero lejos, que sea imposible que puedas pensar que te traiciono. ¡Dame tu bendición como viático! Jesús lo abraza, diciendo: « -Paz, apóstol mío. Son muchos los que se dicen amigos míos, no sois sólo vosotros. Te afligen, os afligen mis palabras. ¿Pero en qué corazones deberé derramar la congoja y buscar consuelo, sino en los de mis amados apóstoles y discípulos de confianza? Busco en vosotros una parte de la unión que he dejado para unir a los hombres: la unión con el Padre mío en el Cielo; y una gota del amor que he dejado por amor a los hombres: el amor de mi Madre. Las busco como apoyo mío. ¡Oh, la ola amarga rebasa mi corazón, el peso inhumano oprime al Hijo del hombre!… La Pasión mía, la Hora mía, se hace cada vez más plena… ¡Ayudadme a soportarla y a cumplirla… porque es muy dolorosa! Los apóstoles se miran conmovidos por el dolor profundo que vibra en las palabras del Maestro, y no saben hacer otra cosa sino pegarse a Él, acariciarlo, besarlo… y son simultáneos los besos de Judas a la derecha y de Juan a la izquierda, en el rostro de Jesús, que baja los párpados celando los ojos mientras Judas Iscariote y Juan lo besan… Reanudan la marcha, y Jesús puede terminar su pensamiento interrumpido: -En medio de tanta congoja mi corazón busca lugares donde halla amor y descanso; donde, en vez de hablar a secas piedras o a engañosas serpientes o a distraídas mariposas, puede escuchar las palabras de otros corazones y consolarse porque las siente sinceras, amorosas, justas. Gabaón es uno de estos lugares. No había ido nunca. Pero he encontrado allí un campo arado y sembrado por magníficos obreros de Dios. ¡Ese arquisinagogo! Ha venido hacia la Luz, pero era ya espíritu luminoso. ¡Lo que puede hacer un buen siervo de Dios! Gabaón, ciertamente, no está exenta de los manejos de los que me odian. Allí también intentarán acusaciones malignas y corrupciones. Pero tiene un arquisinagogo que es un justo, y los venenos del mal pierden su sustancia tóxica en esa ciudad. ¿Creéis, acaso, que me resulte agradable el tener siempre que corregir, censurar, e incluso reprender? Mucho más dulce me resulta poder decir: “Tú has comprendido la Sabiduría. Sigue por tu camino y sé santo” como he dicho al arquisinagogo de Gabaón. -¿Vamos a volver, entonces? -Cuando el Padre hace que encuentre un lugar de paz, lo saboreo y bendigo al Padre mío. Pero no he venido para esto. He venido a convertir para el Señor los lugares culpables y lejanos de Él. Vosotros mismos veis que podría estar en Betania y no estoy allí. -También por no perjudicar a Lázaro. -No, Judas de Simón. Hasta las piedras saben que Lázaro es amigo mío. Por tanto, por este motivo, sería vano que Yo pusiera frenos a mi deseo de confortación. Es por… -Por las hermanas de Lázaro, por María en particular. -Tampoco, Judas de Simón. Hasta las piedras saben que la lujuria de la carne no me turba. Observa que, entre las muchas acusaciones que me han sido lanzadas, la primera en caer ha sido ésta porque hasta mis más sañudos adversarios han comprendido que sostenerla era desenmascarar su habitual inclinación a la mentira Ninguna persona honesta habría creído que Yo era un sensual. La sensualidad puede tener atractivo sólo para los que no se nutren de lo sobrenatural y aborrecen el sacrificio. Pero, para el que se ha consagrado al sacrificio, para el que es víctima, ¿qué atractivo crees que puede tener el placer de una hora? El gozo de las almas víctimas está enteramente en el espíritu, y, si visten una carne, ésta no es más que un vestido. ¿Tú crees que los vestidos que llevamos tienen sentimientos? Lo mismo es la carne para los que viven de espíritu: un vestido, nada más. El hombre espiritual es el verdadero superhombre, porque no es esclavo de los apetitos, mientras que el hombre material es un no-valor, según la dignidad verdadera del hombre porque tiene en común con el animal demasiados apetitos, y es incluso inferior a él, superándolo, haciendo del instinto vinculado al animal un vicio degradante. Judas, perplejo, se muerde los labios; luego dice: -Sí. Y además no podrías perjudicar a Lázaro; dentro de poco la muerte lo pondrá al margen de todo peligro de venganzas… ¿Y entonces por qué vas a Betania más a menudo? -Porque no he venido para gozar, sino para convertir. Ya te lo he dicho. -Pero… ¿Te es motivo de gozo el tener contigo a tus hermanos? -Sí. Pero también es verdad que no tengo parcialidad hacia ellos. Cuando tenemos que dividirnos para buscar sitio en las casas, no se quedan conmigo generalmente, sino que sois vosotros los que os quedáis. Y esto es para demostraros que, para los ojos y la mente de quien se ha consagrado a la redención, la carne y la sangre no tienen valor, sino que solamente tiene valor la formación de los corazones y su redención. Ahora vamos a ir a Nob y de nuevo nos distribuiremos para dormir. Y, una vez más, Yo te tendré conmigo, y tendré también a Mateo, a Felipe y a Bartolomé. -¿Es, acaso, que somos los menos formados? ¿Yo, especialmente, quien siempre retienes a tu lado? -Tú lo has dicho, Judas de Simón. -Gracias, Maestro. Ya me había dado cuenta – dice con ira mal reprimida Judas Iscariote. -Y, si te has dado cuenta, ¿por qué no te esfuerzas en formarte? ¿Crees, acaso, que por no causarte una mortificación Yo pudiera mentir? Y, además, estamos entre hermanos, y no deben ser objeto de menosprecio las deficiencias de otro, o de abatimiento el ser amonestado delante de los demás, que ya saben, unos de otros, en qué falta cada uno de los hermanos. Ninguno es perfecto, Yo os lo digo. Pero incluso las imperfecciones de unos y otros, tan penosas de verse y de soportarse, deben ser motivo para mejorarse uno a sí mismo y no aumentar así la recíproca desazón. Créeme, Judas, que, aunque te vea como realmente eres, ninguno, ni siquiera tu madre, te quiere como Yo te quiero, ni se esfuerza ninguno como tu Jesús en hacerte bueno. -Ya, pero me reprendes y humillas, y en la presencia de un discípulo. -¿Es la primera vez que te llamo la atención en orden a la justicia? -Judas calla. -¡Responde, te digo! – dice Jesús imperiosamente. -No. -¿Y cuántas veces lo he hecho públicamente? ¿Puedes decir que te he puesto en evidencia? ¿O debes decir que te he cubierto y defendido? ¡Habla! -Me has defendido, es verdad. Pero ahora… -Pero ahora es por tu bien. El que acaricia a un hijo culpable deberá vendar después las llagas, dice el proverbio. Y dice otro proverbio que el caballo no domado se hace intratable; y el hijo abandonado a sí mismo, un tarambana. -¿Pero es que soy para ti un hijo? – pregunta Judas, mientras su cara alisa el ceño fruncido. -Si te hubiera generado no podrías serlo más. Y me dejaría arrancar las entrañas para darte mi corazón y hacerte como quisiera… Judas tiene uno de sus recobros… y, sincero, verdaderamente sincero, se arroja a los brazos de Jesús y grita: -¡No te merezco! ¡Soy demonio y no te merezco! ¡Eres demasiado bueno! ¡Sálvame, Jesús y llora, realmente llora con un llanto entrecortado por el jadeo, llanto de corazón turbado por cosas no buenas y por un contraste de éstas con el remordimiento de haber causado dolor a quien lo ama.