Jesús, carpintero en Corazín
Jesús está trabajando con empeño en un taller de carpintero. Está terminando una rueda. Un niño, menudo y triste, le ayuda acercándole esto o aquello. Junto a la pared hay un banco en que Manahén, testigo inútil pero maravillado, está sentado.
Jesús no tiene su bonita túnica de lino, sino que se ha puesto una oscura. Como no es suya, le llega hasta las espinillas: es un indumento de trabajo, limpio pero remendado; quizás es del carpintero muerto.
Jesús da ánimos con sonrisas y buenas palabras al niño, y le enseña lo que debe hacer para conseguir que la cola adquiera el punto exacto o que queden bien lustrosas las paredes del baúl.
-Lo has terminado pronto, Maestro – dice Manahén mientras se levanta del banco y va a pasar un dedo por las molduras del baúl, que ya está terminado (ahora el niño le está dando lustre con un líquido).
-¡Estaba casi terminado!…
-Quisiera adquirir esta obra tuya, pero ya ha venido el comprador y parece que tiene sus derechos… Le has chafado: esperaba poder quedarse con todo en cambio de los pocos cuartos prestados; sin embargo, se lleva sus cosas y basta. ¡Si fuera al menos uno que creyera que Tú… tendrían para él valor infinito! Pero, ¿has oído?…
-Déjalo. Además, aquí hay madera, y la mujer se pondrá muy contenta de emplearla para sacar una ganancia. Si me encargas un baúl, te lo hago…
-¡Sí, Maestro! ¿Pero tienes intención de trabajar más?
-Hasta que se acabe le madera. Soy un obrero responsable – dice sonriendo más abiertamente.
-¡Un baúl hecho por ti! ¡Qué reliquia! ¿Y qué voy a meter dentro?
-Lo que quieras, Manahén. No será más que un baúl.
-¡Sí, pero hecho por ti!
-¿Y qué quieres decir con eso?… También el Padre ha hecho al hombre, a todos los hombres, y ¿qué ha metido el hombre dentro de sí?, ¿qué meten en el hombre los hombres?
Jesús habla, y mientras habla trabaja: va acá y allá por las herramientas necesarias, aprieta las prensas, taladra, cepilla, usa el torno, según se requiera.
-Hemos metido el pecado, es verdad.
-¡Pues ya lo ves! Debes creer también que el hombre, creado por Dios, es mucho más que un baúl hecho por mí. No confundas nunca el objeto con la acción. De un objeto hecho por mí hazte una reliquia para el espíritu, nada más.
-¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que des a tu espíritu la enseñanza derivada de lo que hago.
-Entonces, tu caridad, tu humildad, tu laboriosidad… Estas virtudes, ¿no es verdad?
-Sí. Y en lo sucesivo haz tú lo mismo.
-Sí, Maestro; pero, ¿me haces el baúl?
-Te lo hago. Ahora bien, dado que lo ves como una reliquia, te lo haré pagar como tal. A1 menos se podrá decir que al menos una vez fui codicioso de dinero… Pero tú sabes para quién es ese dinero… Para estos huerfanitos…
-Pídeme lo que quieras. Te lo daré. A1 menos estará justificado mi ocio mientras Tú, Hijo de Dios, trabajas.
-Está escrito: «Comerás tu pan mojado con el sudor de tu frente»
-¡Pero eso fue dicho para el hombre culpable, no para ti!
-¡Un día seré el Culpable y cargaré sobre mí todos los pecados del mundo! Me los llevaré conmigo en mi primera
partida.
-¿Y crees que el mundo ya no pecará más?
-Debería… Pero siempre seguirá pecando. Por este motivo, el peso que cargaré sobre mí será tal, que me quebrará el corazón, porque cargaré con los pecados cometidos desde Adán hasta aquella hora, y los cometidos desde aquella hora hasta el final de los siglos; pagaré todo por el hombre.
-Y el hombre seguirá sin comprenderte ni amarte… ¿Piensas que Corazín se va a convertir por esta lección silenciosa y santa que estás dando con el trabajo que haces para socorrer a una familia?
-No lo hará. Dirá: «Ha preferido trabajar para engañar al tiempo y para ganarse un dinero». Pero Yo ya no tenía más dinero. Había dado todo. Siempre doy todo lo que tengo, hasta la última perra, y he trabajado para dar dinero.
-¿Y para la comida para ti y Mateo?
-Dios habría proveído.
-Pues nos has dado de comer a nosotros.
-Sí.
-¿Cómo?
-Pregúntaselo al dueño de la casa.
-Se lo preguntaré, no lo dudes, en cuanto volvamos a Cafarnaúm.
Jesús ríe serenamente tras su rubia barba.
Silencio: solamente se oye el chirrido de la prensa apretando dos pedazos de rueda.
Luego Manahén pregunta:
-¿Qué piensas hacer antes del sábado?
-Iré a Cafarnaúm en espera de los apóstoles. Ha sido convenido que nos reuniríamos todas las tardes de los viernes y que estaríamos juntos todo el sábado. Luego daré las órdenes, y, si Mateo está curado, serán seis las parejas que irán evangelizando. Si no… ¿Quieres ir con ellos?
-Prefiero estar contigo, Maestro… ¿Me dejas, de todas formas, darte un consejo?
-Dilo. Si es justo, lo aceptaré.
-No te quedes nunca completamente solo. Tienes muchos enemigos, Maestro.
-Lo sé. ¿Pero crees que los apóstoles harían mucho en caso de peligro?
-Te aman, creo.
-Sin duda. Pero no sería efectivo. Los enemigos, si tuvieran la idea de capturarme, vendrían con fuerzas muy superiores a las de los apóstoles.
-No importa. No estés solo.
-Dentro de dos semanas vendrán muchos discípulos. Los voy a preparar para que vayan también a evangelizar. Tranquilo, que no estaré solo.
Mientras están hablando, mucha gente curiosa de Corazín viene a observar; miran de soslayo y se marchan sin decir
nada.
-Les asombra ver que estás trabajando.
-Sí. Pero no saben ser humildes hasta el punto de decir: «Obrando así, nos enseña». Los mejores que tenía aquí están con los discípulos, menos un anciano que ha muerto. No importa. La lección es siempre lección.
-¿Qué van a decir los apóstoles cuando sepan que trabajas como obrero?
-Son once, porque Mateo ya se ha pronunciado. Serán once opiniones distintas, y por lo general contrarias; pero me servirá para adoctrinarlos.
-¿Me dejas asistir a la lección?
-Si quieres estar…
-¡Pero yo soy un discípulo y ellos los apóstoles!
-Todo lo que sea positivo para los apóstoles lo será para el discípulo.
-Tomarán a mal el que se les llame al orden en presencia mía.
-Les servirá para su humildad. Asiste, asiste, Manahén; te tendré con gusto.
-Y yo con gusto asistiré.
Se asoma la viuda y dice:
-La comida está preparada, Maestro. Pero, trabajas demasiado…
-Gano mi pan, mujer. Además… mira, aquí hay otro cliente; quiere también un baúl. Paga bien. El sitio de la madera se te va a quedar vacío – dice Jesús, y se quita un mandil roto que tenía puesto, y va afuera de la habitación para lavarse en una palangana que la mujer le ha puesto en el huerto.
Y ella, con una de esas sonrisas vacilantes que afloran de nuevo tras mucho tiempo de llanto, dice:
-Vacío el sitio de la madera, llena la casa de tu presencia y el corazón de paz. No me da miedo el mañana, Maestro; y Tú no temas jamás que te podamos olvidar.
Entran en la cocina y todo termina.