Regreso a Betania después de la fiesta de los Tabernáculos
Jesús, de nuevo, está donde Lázaro. Por lo que oigo, comprendo que los Tabernáculos se han celebrado ya y que ha vuelto a Betania debido a la insistencia de su amigo, el cual no querría nunca estar separado de Jesús. También comprendo que está en casa de Lázaro sólo con Simón y Juan, mientras los demás están esparcidos por los alrededores. Y, en fin, comprendo que ha habido un encuentro de amigos, todavía fieles a Lázaro, invitados por él para que conocieran a Jesús. Comprendo todo esto porque Lázaro continúa – con más detalle – ilustrando las características morales de cada uno. Así, habla de José de Arimatea, definiéndolo «hombre justo y verdadero israelita”.Dice: -No se atreve a decirlo – porque teme al Sanedrín, que ya te odia, y del cual forma parte -, pero espera que Tú seas el Anunciado por los Profetas. Él mismo me ha pedido venir para conocerte y juzgar acerca de ti en primera persona, puesto que no le parecía justo lo que de ti decían tus enemigos… Hasta de Galilea han ido fariseos para acusarte de pecado. Pero José ha juzgado así: «Quien obra milagros tiene consigo a Dios. Quien tiene a Dios no puede estar en pecado; es más, debe ser alguien amado por Dios». Y querría que fueseis a Arimatea, a su casa. Me ha dicho que te lo proponga. Y yo te pido que escuches su petición, que también es mía. -He venido para los pobres y para los que sufren en alma y cuerpo, más que para los poderosos que ven en mí sólo un objeto de interés. Pero iré a casa de José. No hay en mí toma de posición contra los poderosos. Un discípulo mío, ese que por curiosidad y por importancia autodeclarada vino a tu casa sin orden mía – pero es joven y se ha de ser indulgente con él -, puede dar testimonio de mi respeto a las castas poderosas que se autoproclaman «las tutoras de la Ley» y… – dan a entender – «las sustentadoras del Altísimo» – ¡está claro que el Eterno se sostiene Él solo! -. Ninguno entre los doctores ha tenido nunca el respeto que Yo he tenido hacia los oficiales del Templo. -Lo sé. Y son muchos los que lo saben, realmente muchos… Pero sólo los mejores dan a este acto el nombre justo. Los demás… lo llaman «hipocresía». -Cada uno da lo que dentro de sí tiene, Lázaro. -Es verdad. Ve, no obstante, a casa de José. Él desearía que fueras para el próximo sábado. -Iré. Puedes hacérselo saber. -También Nicodemo es bueno. Es más… me ha dicho… Bueno, ¿puedo manifestarte una crítica acerca de uno de tus discípulos? -Dila. Si es justo, lo que dice será cierto; si injusto, criticará una conversión, porque el Espíritu da luz al espíritu del hombre si es hombre recto; y el espíritu del hombre guiado por el Espíritu de Dios tiene sabiduría sobrehumana y lee la verdad de los corazones. -Me ha dicho: «No critico la presencia de los ignorantes ni de los publicanos entre los discípulos del Cristo. Pero no juzgo digno de estar entre los suyos a aquel que no sé si está con Él o contra Él, como un camaleón que toma color y aspecto de lo que le rodea». -Es Judas Iscariote. Lo sé. Pero, creedlo todos, la juventud es vino que fermenta y luego se depura. A1 fermentar aumenta de volumen y hace espuma y rebasa por todas partes debido a una exuberancia de fuerza. El viento de primavera lo comba todo en todas las direcciones, y parece un enloquecido desordenador de frondas; y, no obstante, debemos estarle agradecidos por ser fecundador de flores. Judas es vino y viento, pero malvado no es. Su modo de actuar crea trastornos, turba, incluso irrita, y hace sufrir; pero no todo en él es malvado… es un potro de sangre ardiente. -Tú lo dices… Yo no soy competente para juzgarlo. De él me quedado la amargura de haberme dicho que Tú la habías visto… -Pero esa amargura se mitiga ahora con miel, por mi promesa… -Sí. Pero yo me acuerdo de aquel momento… El sufrimiento no se olvida aunque haya cesado. -¡Lázaro, Lázaro! Te turbas por demasiadas cosas… ¡muy mezquinas, por cierto! Deja que pasen los días: pompas de aire que se desvanecen y no vuelven con sus colores alegres o tristes; y mira al Cielo, que no desaparece y que es para los justos. -Sí, Maestro y Amigo. No quiero juzgar el hecho de que Judas esté contigo, ni el que Tú lo tengas contigo. Pediré que no te perjudique. Jesús sonríe y todo termina.