Judíos en Betania de visita
Un nutrido y pomposo grupo de judíos, que montan cabalgaduras de lujo, entra en Betania. Son escribas y fariseos, además de algún saduceo y herodiano ya vistos otra vez (si no me equivoco, en el banquete en casa de Cusa para tentar a Jesús a que se proclamara rey). Los siguen criados a pie.
El grupo a caballo cruza lentamente la pequeña ciudad. El sonido de los cascos contra el terreno duro, el tintineo de los jaeces, las voces de los hombres convocan a las puertas a los habitantes, que miran y -visiblemente cohibidos- se inclinan haciendo profundas reverencias, para erguirse luego y reunirse y bisbisear en grupos.
-¿Habéis visto?
-Todos los miembros del Sanedrín de Jerusalén.
-No. José el Anciano, Nicodemo y otros no estaban.
-Y los fariseos más conocidos.
-Y los escribas.
-¿Y el que iba en ese caballo quién era?
-Está claro que van donde Lázaro.
-Debe estar a las puertas de la muerte.
-No logro entender por qué el Rabí no está aquí.
-¿Y cómo iba a estar, si lo buscan los de Jerusalén para matarlo?
-Tienes razón. Es más, esas serpientes que han pasado vienen, sin duda, para ver si el Rabí está aquí.
-¡Alabado sea Dios porque no está!
-¿Sabes lo que le han dicho a mi marido en los mercados de Jerusalén? Que estén preparados, porque pronto se proclamará rey, y todos tendremos que ayudarle en… -¿Cómo han dicho?
-¡Bueno! Una palabra que quería decir como si yo dijera que echo a todos de casa y me hago la dueña. -¿Un complot?… ¿Una conjura?… ¿Una sedición?… – preguntan y sugieren.
Un hombre dice:
-Sí. También me lo han dicho a mí. Pero no lo creo.
-¡Pero si lo dicen discípulos del Rabí!…
-¡Mmm! Yo no creo que el Rabí haga uso de la violencia y que destituya al Tetrarca y usurpe un trono que, con justicia o sin ella, es de los herodeos. Haríais bien en decirle a Joaquín que no crea en todo lo que oye…
-¿Pero sabes que el que le ayude será premiado en la Tierra y en e1 Cielo? Bien contenta estaría yo de que mi marido recibiera este premio: estoy cargada de hijos y la vida es difícil. ¡Si pudiéramos tener un puesto entre los siervos del Rey de Israel!
-Mira, Raquel, creo que será mejor cuidar mi huerto y mis dátiles. Si me lo dijera Él… sí que dejaría todo y lo seguiría. Pero… dicho por otros…
-¡Son discípulos suyos!
-Nunca los he visto con Él. Y además… No. Fingen que son corderos, pero tienen unas caras de maleantes que no me convencen.
-Es verdad. Desde hace un tiempo, suceden hechos extraños, y siempre se dice que son los discípulos del Rabí los que los hacen. El último día antes del sábado, algunos de ellos trataron con ultrajes a una mujer que llevaba huevos al mercado y le dijeron: «Los queremos en nombre del Rabí galileo».
-¿Tú crees que Él puede querer que se hagan estas cosas, Él, que da y no toma, É1, que podría vivir entre los ricos y prefiere estar entre los pobres, y quitarse el manto, como decía a todos aquella leprosa curada que se encontró con Jacob?
Otro hombre, que se ha acercado al grupo y ha estado escuchando, dice:
-Tienes razón. ¿Y eso otro que se dice, entonces?: ¿que el Rabí nos va a acarrear grandes desventuras porque los romanos nos castigarán a todos nosotros por causa de sus instigaciones a la gente? ¿Vosotros lo creéis? Yo digo y no me equivoco, porque soy anciano y cuerdo-, digo que tanto los que nos dicen, a nosotros, gente sencilla, que el Rabí quiere apoderarse del trono con violencia, y también expulsar a los romanos -¡Ah, si así fuera!, ¡si fuera posible hacerlo!-, como los que cometen actos violentos en su nombre, como los que nos instigan a la rebelión con promesas de una futura ganancia, como los que quisieran que odiáramos al Rabí como individuo peligroso que nos ha de llevar a la desventura… todos éstos son enemigos del Rabí, y tratan de destruirlo para triunfar ellos. ¡No los creáis! ¡No creáis en los falsos amigos de la gente sencilla! ¿Veis lo soberbios que han pasado? A mí por poco si no me dan un palo, porque me era difícil hacer que las ovejas entraran, y les obstaculizaba su camino… ¿Amigos nuestros ésos? Nunca. Son nuestros vampiros, y -¡Dios no lo quiera!- vampiros también de Él.
-Tú que estás cerca de los campos de Lázaro, ¿sabes si ha muerto?
-No. No ha muerto. Está allí, entre la muerte y la vida… Le he preguntado por él a Sara, que estaba cogiendo flores aromáticas para los lavatorios.
-¿Y entonces para qué han venido ésos?
-¡Pues si ya lo he dicho yo! ¡Han venido para ver si estaba el Rabí! Para hacerle algún daño. ¿Sabes lo que sería para ellos el poder causarle algún mal? ¡Y precisamente en casa de Lázaro! Dilo tú, Natán, ¿ese herodiano no era el que hace tiempo era el amante de María de Teófilo?
-Era él. Quizás quería vengarse así de María…
Llega corriendo un muchachito. Grita:
-¡Cuánta gente en casa de Lázaro! Yo volvía del arroyo con Leví, Marcos e Isaías, y hemos visto eso. Los criados han abierto la cancilla y han tomado las caballerías. Y Maximino ha salido al encuentro de los judíos, y otros han acudido y han saludado con grandes reverencias. Han salido de la casa Marta y María con sus criadas, para saludar. Y hubiéramos querido ver más, pero han cerrado la cancilla y se han metido todos en la casa.
El jovencito está todo emocionado por las noticias que trae, por lo que ha visto…
Los adultos hacen comentarios entre sí.