Como conclusión del Pre – Evangelio.
6 de Septiembre de 1944.
Dice Jesús:
– El ciclo ha terminado. Y con él, tan dulce y delicado como ha sido, tu Jesús te ha mantenido (habla a María Valtorta), sin movimientos bruscos, al margen de la agitación de estos días. Como a niño envuelto en blandos paños de lana y depositado sobre mullidos almohadones, a ti te han envuelto estas beatas visiones, para que no sintieras, con el consiguiente terror, la crueldad de los hombres que se odian en vez de amarse. No serías capaz ya de soportar ciertas cosas, y no quiero que mueras por causa de ello: Yo cuido a mi «portavoz».
Está para desaparecer del mundo ya la causa de todas las desesperaciones que han torturado a las víctimas. Por tanto, María, también cesa para ti el tiempo de este tremendo sufrimiento por demasiadas causas tan en contraposición con tu modo de sentir. No terminará tu sufrir: eres víctima; pero, parte de él, ésta, cesa. Después llegará el día en que Yo te diga, como a María de Magdala moribunda: «Descansa. Ahora es tiempo de descanso para ti. Dame tus espinas. Ahora es tiempo de rosas. Descansa y espera. Te bendigo, mujer bendita».
Esto es lo que te decía — y era una promesa y tú no la entendiste — cuando llegaba, el tiempo en que habías de ser sumergida, revolcada, en espinas, encadenada, colmada de espinas hasta en los más hondos recovecos de tu ser… Esto es lo que ahora te repito, con una alegría como sólo el Amor puede experimentar — y Yo soy el Amor — cuando puede hacer cesar un dolor en su dilecto amado. Esto es lo que te digo ahora, ahora que ese tiempo de sacrificio cesa. Y Yo, que sé, por el mundo que no sabe, por Italia, por Viareggio, por esta pequeña población, a donde tú me has portado — medita el sentido de estas palabras – Yo te expreso mi agradecimiento, como corresponde a las víctimas por su sacrificio.
Cuando te mostré a Cecilia (Santa Cecilia), virgen-esposa, te dije que ella se había echado mis perfumes, y con ellos atrajo a su marido, a su cuñado, a sus domésticos, a sus familiares, a sus amigos. Tú has hecho — no lo sabes, pero te lo digo Yo, Yo que conozco las cosas — el papel de Cecilia en medio de este mundo enloquecido. Te has saturado de Mí, de mi palabra, has llevado mis deseos a las personas, y las mejores han comprendido, y siguiéndote a ti, que eres víctima, muchísimas otras víctimas han surgido. Si tu patria, y los lugares que tú más quieres, no han sido completamente destruidos, ha sido porque muchas hostias han sido sacrificadas a raíz de tu ejemplo y de tu ministerio.
Gracias, mujer bendita. Continúa así. Tengo gran necesidad de salvar a la Tierra, de volver a comprar la Tierra; las monedas sois vosotras, las víctimas.
La Sabiduría que ha instruido a los santos, y que te instruye a ti con un magisterio directo, te eleve cada vez más en la comprensión de la Ciencia de vida y en practicarla. Levanta tú también tu pequeña tienda ante la casa del Señor. Te digo más aún: hinca las estacas que sostienen tu misma morada en la morada de la Sabiduría y mora en ella sin jamás dejarla. Descansarás así, protegida por el Señor, que te ama, como ave entre ramas florecidas, y Él será tu amparo ante cualquier tipo de intemperie espiritual y estarás en la luz de la gloria de Dios de donde descenderán para ti palabras de paz y verdad.
Puedes ir en paz. Te bendigo, mujer bendita».
Inmediatamente después dice María (la Virgen):
– A María el regalo de Mamá por su fiesta. Una cadena de regalos. Y si hay alguna espina entre ellos, no te quejes al Señor, que te ha amado como a bien pocos ama.
Te dije al principio: «Escribe acerca de mí. De todo lo que sufras recibirás consuelo». ¿Ves como ha sido verdad? Te estaba reservado este regalo para este tiempo de agitación, porque no sólo cuidamos el espíritu, sino que sabemos también cuidar la materia, que no es reina, sino sierva útil al espíritu en el cumplimiento de su misión.
Sé agradecida al Altísimo, que, incluso en el sentido afectuosamente humano, es verdaderamente Padre tuyo, que te acuna con éxtasis suaves para ocultarte lo que te asustaría.
Ámame cada vez más. Te he conducido conmigo al secreto de mis primeros años. Ahora ya sabes todo acerca de Mamá. Ámame como hija y como hermana en el destino victimal. Y ama a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, con perfección de amor.
La bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu pasa por mis manos; recibe el perfume de mi materno amor hacia ti, a ti desciende y en ti se deposita. Sé sobrenaturalmente devota.