SAN ROQUE
1295 – 1327
ORACIONES
ORACIÓN
Glorioso San Roque, rogad por nosotros que, por nuestros pecados, no nos atrevemos a presentarnos delante de Dios. Padrenuestro, avemaría y gloria.
Roque santo, rogad por nosotros a Dios, que es Padre de misericordia, ahora que gozáis de su vista en la gloria celestial. Padrenuestro, avemaría y gloria.
San Roque glorioso, presentad nuestras humildes súplicas, uniéndolas a las de la Inmaculada Virgen María y a las de todos los Santos Franciscanos, para que seamos oídos y podamos dar a todos las gracias en el nombre de Jesús. Padrenuestro, avemaría y gloria.
La cruz santa + selle nuestra frente.
La cruz, santa + selle nuestra boca.
La cruz santa + selle nuestro corazón.
Por el amor que a la cruz profesó San Roque, con cuya señal libró a los pueblos del mal contagioso, libradnos, Señor.
V. Rogad a Cristo, Roque santo, en todas nuestras flaquezas.
R. Para que seamos dignos de sus promesas,
ORACIÓN.- Oh, Dios, que por medio de vuestro Ángel presentasteis al Bienaventurado San Roque una tablilla escrita, prometiéndole que cualquiera que de corazón le invocare quedaría libre de los estragos de la peste, concedednos la gracia de que celebrando su gloriosa memoria, mediante sus méritos y ruegos, seamos libres de todo contagio tanto de cuerpo como de alma. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
ORACIÓN
Oh glorioso San Roque, que por vuestro ardiente amor a Jesús habéis abandonado riquezas y honores y buscasteis la humillación, enseñadme a ser humilde ante Dios y los hombres. Alcanzadme la gracia de apreciar en su debido valor las riquezas y los honores de la vida para que no sean para mi lazos de eterna perdición.
Os lo pido humildemente, oh glorioso San Roque, para que seamos dignos de seguiros en el camino que lleva a la salvación eterna.
Libradme de toda enfermedad corporal. Alcanzadme el favor que os pido si es para honra vuestra, gloria de Dios y salvación de mi alma. Amén.
ORACIÓN
Misericordiosísimo y benignísimo Señor, que con paternal providencia castigáis nuestras culpas, y por la infección del aire nos quitáis la salud y la vida corporal, para que reconociéndonos y humillándonos en vuestro acatamiento, nos deis la vida espiritual de nuestras almas: yo os suplico humildemente por la intercesión de San Roque, que si es para vuestra mayor gloria, y provecho de nuestras almas, me guardéis a mí y a toda esta familia y patria de cualquiera enfermedad y mal contagioso y pestilente, y nos deis entera salud de alma y cuerpo, para que en vuestro santo templo os alabemos y perpetuamente os sirvamos.
Y vos, oh bienaventurado Santo, que para ejemplo de paciencia, y mayor confianza en vuestro patrocinio, quiso Dios que fueseis herido de pestilencia, y que en vuestro cuerpo padecieseis lo que otros padecen, y de vuestros males aprendieseis a compadeceros de los ajenos y socorrieseis a los que están en semejante agonía y aflicción, miradnos con piadosos ojos, y libradnos, si nos conviene, de toda mortandad, por medio de vuestras fervorosas oraciones, alcanzadnos gracia del Señor, para que en nuestro cuerpo sano o enfermo viva nuestra alma sana, y por esta vida temporal, breve y caduca lleguemos a la eterna y gloriosa, y con vos gocemos de ella en los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN
San Roque, por los ejemplos que nos diste de pobreza, paciencia y caridad con los enfermos, te imploramos tu intercesión para imitarte y conseguir la protección de Cristo, Señor universal; especialmente contra la contaminación de los elementos naturales y de las costumbres. Confiamos que como tantas veces socorriste a nuestros antepasados, también ahora lo hagas con nosotros. Amén.
ORACIÓN
Todopoderoso y sempiterno Dios, que por los méritos e intercesión del bienaventurado San Roque, tu Confesor, hiciste en otro tiempo cesar una peste general que desolaba al género humano. Dígnate conceder a nuestros ruegos, que todos los que llenos de confianza en tu misericordia te suplicaren los preserves de semejante azote, sean libres, por la intercesión de tu glorioso Confesor, así de esta enfermedad como de todo lo que pueda turbar su quietud. Por Nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.