SAN JUAN DE DIOS
1495 – 1550
NOVENA
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Me dirijo a ti, San Juan de Dios, Padre de los pobres y enfermos, que compartiste los sufrimientos de los demás, y ahora estás junto al Divino Samaritano para ser nuestro intercesor ante la salud y la enfermedad. Te pido que tu recuerdo nos acompañe siempre, que pongamos a Dios en el centro de nuestra vida, y que demos sentido a la misma desde el amor hecho servicio. Cuento contigo, San Juan de Dios, que sepa imitarte. Amén.
Rezar a continuación la oración del día que corresponda:
DÍA PRIMERO
Fe de San Juan de Dios, por Cristo, con la Iglesia. Para ti, San Juan, el Dios «que te hizo y te crió» fue desde tu conversión el centro de tu existencia: «viendo a Dios todos los días» y «siendo fuerte y constante en su servicio». Ese «Dios, preferido a todas las cosas del mundo», era el encarnado en Cristo «al que deseabas servir y agradar».
Así reafirmabas tu fe en Dios, por Cristo, con la Iglesia: «aceptando todo lo que tenía y creía la Santa Madre Iglesia; de ahí no salías y echaba tu sello y cerrabas con tu llave».
Esa era tu fe, San Juan de Dios, hecha vida. Concédeme que yo la comprenda y la viva como tú. Amén.
DÍA SEGUNDO
Esperanza de San Juan de Dios hecha confianza. Tú, San Juan de Dios, expresas tu esperanza: «vuestro menor hermano Juan de Dios, si Dios quisiere, muriendo mas empero callando y en Dios esperando».
Para ti, Dios es el Señor, nuestro destino: «Yo espero en Dios que algún día será descanso para nuestras almas».
Tu esperanza era confianza existencial y salvífica, y desconfianza de nosotros: «no confiar en sí mismo, sino en solo Jesucristo, pues El sabe mi corazón, y nos dará la vida eterna».
Desde tu esperanza y fe, San Juan de Dios, ayúdame a ver a Dios como Padre y a fiarme de su amor. Amén.
DÍA TERCERO
Caridad misericordiosa de San Juan de Dios. Tú, San Juan de Dios, escribiste «tened siempre caridad, que donde no hay caridad, no hay Dios, aunque Dios en todo lugar está».
Esta caridad será misericordiosa: «si mirásemos cuán grande es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer el bien mientras pudiésemos». Caridad expresada en Amor Misericordioso.
Tu espiritualidad hace referencia a los necesitados como representación del Cristo sufriente, una nueva presencia en el que sufre.
¡Cuánto misterio y qué grande fe! San Juan de Dios, házmelo aceptar, aunque no lo comprenda. Amén.
DÍA CUARTO
San Juan de Dios y la salvación. Tú, San Juan de Dios, «deseabas la salvación de todos como la tuya misma. Amén Jesús». Esta salvación es don, «Jesucristo os guarde y salve», y responsabilidad del hombre: «el buen vivir es la llave del que salvarse sabe».
Para ti, «esta vida es una continua guerra con el mundo, y el demonio, y la carne», y «cual nos hallare el Señor tal nos juzgará, bueno será enmendarnos con tiempo».
Ayúdame, San Juan de Dios, a dar sentido a mi vida. Amén.
DÍA QUINTO
San Juan de Dios, pobre pero confiado. ¿Qué matemáticas eran las tuyas, San Juan de Dios?. «Estoy con mucha necesidad, empeñado y cautivo por solo Jesucristo. Son muchos los pobres, y como no los puedo socorrer, estoy muy triste».
Pero añades: «Confío en solo Jesucristo que me desempeñará; todo lo mantiene y provee Dios cada día. Dar acá, dar allá, todo es ganar».
Que yo, San Juan de Dios, aprenda tu sensibilidad, tu criterio transcendente y sepa imitarte. Amén.
DÍA SEXTO
San Juan de Dios, limosnero de Dios. Tu pregón cada tarde, Juan de Dios, era: «Haceos bien a vosotros mismos, dando limosna a los pobres». Para ti la limosna enriquece al que da y al que recibe.
«La limosna está delante de Jesucristo rogando por vos, y los ángeles la tienen asentada en el libro de la vida. El anillo está bien empleado, que dos pobres llagados hice vestir».
«¡Quién no da de lo que tiene a este bendito mercader pues hace tan buena mercancía!»
Ábreme, San Juan de Dios, la mente, el corazón y la mano.
DÍA SÉPTIMO
San Juan de Dios, esclavo de Jesús y María. Jesús y María centraban, San Juan de Dios, tu ser: «En nombre de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra Señora la Virgen María, el menor esclavo de los esclavos».
En tu vivir «deseabas siempre servirles y agradarles; todo sea para su servicio».
Como ideal, «querías tomar ejemplo de la Virgen María, la cual tejía y trabajaba todo el día, y de noche y parte del día oraba en su retiro».
Que yo sepa, San Juan de Dios, cobijarme en Jesús y María y sean mi ideal de cristiano.
DÍA OCTAVO
San Juan de Dios, Fundador por los pobres. Para ti, Juan de Dios, pobres eran los maltratados, abandonados, enfermos, incurables, llagados que «al verlos te quebraron el corazón».
Escribiste: «desvelarse en curarles, hacerles bien y caridad, sustentarles, vestir y curar».
De tu ejemplo nacen tus Hermanos Hospitalarios y surge tu obra de caridad; y ya son cuatro siglos y medio que sigues entre los pobres por medio de tantos que directa e indirectamente continúan tu misión.
Que tu ejemplo no se desvirtúe, San Juan de Dios, y los pobres cuenten a su lado con unas manos y un corazón. Amén.
DÍA NOVENO
San Juan de Dios, Patrón por su Hospitalidad. Desde tu ejemplo, San Juan de Dios, fuiste proclamado Patrón de Enfermos, Hospitales, Enfermeros y Asociaciones Sanitarias por León XIII y Pío IX; en España también del Cuerpo de Bomberos.
Sé de todos ellos su intercesor, para que los pobres y enfermos estén sobre otros intereses sociales, económicos y políticos, los hospitales sean en verdad santuarios de salud y humanización y los sanatorios actúen con responsabilidad y ética, con profesionalidad y técnica, con servicialidad, respeto y defensa de la vida. Así sea.