ORACIÓN II
Joven enérgico a quien Dios nos mostró como modelo, para revelarnos los tesoros de santidad que se encierran en la práctica santa de la vida ordinaria, te ruego me concedas constante fidelidad en la observancia de mis deberes, pureza de corazón, intrepidez y fortaleza contra los enemigos de mi salvación eterna, y prontitud en el cumplimiento de la voluntad divina.
Por tu singular devoción a la Madre de Jesucristo, alcánzame un ferviente amor a Jesús y María, que yo pueda infundir a los demás. Por ello te elijo como singular patrono mío, suplicándote humildemente que me hagas diligente en las cosas de Dios, y me ayudes para llevar una vida llena de buenas obras. Cuando me llegue la hora de la muerte, aliéntame con aquellos sentimientos de humilde confianza que cuando estabas para volar al cielo, estrechando con las manos contra el pecho el crucifijo, el rosario de la Virgen y el libro de las Reglas, te inspiraron aquellas palabras: «Estas son mis tres prendas queridas; con ellas muero contento.»
Concede, Señor Dios, a tus siervos imitar en tu servicio aquellos ejemplos de inocencia y fidelidad con que el angélico Juan consagró la flor de su edad. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.