Mensaje del 8 de diciembre de 1996 en Milán
Fiesta de la Inmaculada Concepción.
Con alegría e inmensa esperanza.
«Mirad hoy con alegría e inmensa esperanza, a vuestra Madre Inmaculada. -Con alegría, porque Yo soy la causa de vuestra alegría. De este modo me invocáis, con la oración que tanto me agrada, de la Letanía lauretana. En este día os invito a contemplarme con alegría. -Con alegría, me contempláis en la luz de mi Inmaculada concepción. Porque la Santísima Trinidad me destinó desde toda la eternidad a ser la Madre del Verbo encamado, me hizo exenta de todo pecado, también del pecado original, que toda criatura contrae en el momento de su concepción humana. De esta manera veis reflejado en Mí el designio originario del Padre, que creó el hombre a su misma imagen y para su mayor gloria. Y el Padre Celestial se inclina sobre Mí con particular complacencia. C on alegría, contempláis como llego a ser la Madre Virginal del Verbo, que se hace hombre en mi purísimo seno. Mi Hijo Jesús nace de Mí para ser vuestro salvador y vuestro redentor. Sólo en Él tiene la posibilidad de ser liberada de la esclavitud del pecado toda la humanidad, para alcanzar la comunión de vida y de amor con el Padre Celestial. -Con alegría, me manifiesto a vosotros plena de Espíritu Santo, que se une a mi alma con verdadero vínculo de amor esponsal, porque sólo por obra suya acontece en Mí la concepción humana del Dios hecho hombre, y sólo por su acción divina llego a ser verdadera Madre de Dios. Porque soy Hija predilecta del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo, puedo ser verdaderamente la causa de vuestra alegría. Pero hoy contempladme también con inmensa esperanza. -Con inmensa esperanza, en los días en los que la humanidad conoce la dolorosa experiencia de su alejamiento de Dios, habiendo construido una civilización sin Dios, en la que su Ley, es continuamente violada y abiertamente rechazada. Han llegado para ella las horas de la gran prueba y de su misericordioso castigo. Entonces, como Madre, Yo me hago presente, de manera fuerte y continua, para ayudarla en su camino de conversión y de retomo al Señor. De este modo Yo abro la puerta de mi Corazón Inmaculado a toda la humanidad, refugio seguro, en el que ella debe entrar para alcanzar la salvación. -Con inmensa esperanza, me contempla la Iglesia, que vive la hora purificadora de su mayor crisis. Ella está invadida por el humo de Satanás, lacerada en su unidad, oscurecida en su santidad, amenazada por la pérdida de la fe y por una gran apostasía. Por esto me manifiesto a la Iglesia, con la ternura y la misericordia de mi amor materno y así Yo misma la ayudo y la consuelo, en los momentos dolorosos de su gran purificación. Mi presencia en la Iglesia se hace de ahora en adelante más fuerte, continua y manifiesta. En el Movimiento Sacerdotal Mariano, toda la Iglesia verá la ayuda extraordinaria que le ofrece la Madre Celestial, para conducirla al interior del seguro refugio de su Corazón Inmaculado, donde conocerá la hora luminosa de su segundo Pentecostés. -Con inmensa esperanza, miradme vosotros mis pequeños hijos, tan atribulados y heridos y golpeados por el viento impetuoso de la gran tribulación. Venid todos a Mí, mis pequeños niños. Venid a Mí porque tenéis necesidad de ser consolados, alentados, protegidos, defendidos y salvados por vuestra Madre Celestial. Para esto os he construido el arca de la nueva alianza, en la cual debéis entrar para llegar a los tiempos nuevos que ahora os esperan. Por esto hoy, una vez más, os invito a todos a entrar, con alegría y con inmensa esperanza, en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado».