Mensaje del 6 de abril de 1996 en Capoliveri (Livomo)
Sábado Santo
Consolad mi dolor.
«Hijos predilectos, permaneced junto a vuestra Madre dolorosa, en este único día que pasé sin mi Hijo. Su cuerpo, apresuradamente arreglado y recubierto de purísimo lino, reposa exánime en su sepulcro nuevo. Yo velo en el dolor y en la oración; en la confianza y en la esperanza, en la segura espera de su resurrección. -Consolad mi dolor Ved si hay un dolor parecido al mío. Mis ojos todavía vuelven a ver con espanto toda la crueldad, la maldad, la inhumana ferocidad de la crucifixión y de la muerte de Jesús en la Cruz. Y vuelvo con el pensamiento al gozoso momento de la Anunciación; a los cantos celestiales de los Angeles y al alegre anuncio de su nacimiento en una gruta dado a los pequeños y a los pobres; al tiempo feliz de su infancia insidiada, de su adolescencia y juventud, mientras se inclinaba sobre su trabajo cotidiano; a los breves e intensos años de su misión pública, cuando anunciaba a todos la Buena Nueva y era seguido y escuchado por los pequeños, los pobres, los enfermos y los pecadores. Mi vida estuvo siempre marcada por la presencia junto a Mí de mi Hijo Jesús. -Consolad mi dolor Justamente para hacer dulce compañía a mi soledad, desde los primeros tiempos de la Iglesia se difundió la piadosa costumbre de ofrecer el día del sábado para una particular veneración de vuestra Madre Celestial. Y en Fátima pedí que se me ofreciesen los cinco primeros sábados de mes, en señal de filial y amorosa reparación. Por medio de mi Movimiento Sacerdotal Mariano, esta petición Mía es ahora acogida en todas partes del mundo. Y esto da gran consuelo al dolor de mi Corazón Inmaculado. -Consolad mi dolor Este es también el primer día de mi nueva y espiritual maternidad. Entonces Yo miro a todos mis hijos que Jesús me confió bajo la Cruz y los invito a acoger en su propia vida el don precioso de su redención. Cuántos son todavía hoy los que lo rechazan y caminan por la senda del pecado y del mal, de la violencia y del odio, del placer y de la impureza. Qué grande es mi dolor al ver así que el sufrimiento de Jesús fue soportado en vano, porque por muchos es pisoteada la sangre que derramó por vuestra salvación. -Consolad mi dolor Os pido que llevéis al seguro refugio de mi Corazón Inmaculado, a todos los alejados, los ateos, los pecadores, los esclavos del pecado y del mal, a los que son seducidos por las astutas insidias del Adversario Mío y vuestro. Por esto hoy os quiero a todos aquí Conmigo en el único día en que permanecí sin mi Hijo. Aprended de Mí a creer, a esperar y a amar. Aprended de Mí a abandonaros, con segura confianza, a la verdad de la Palabra de Dios. En los momentos de duda y de oscuridad pedidme ayuda para velar en la oración y en la espera. Cuando Jesús volverá a vosotros en el esplendor de su gloria divina, entonces esta pobre humanidad pecadora y herida, que yace en el sepulcro de la corrupción y de la muerte, saldrá para iniciar finalmente los tiempos nuevos de su vida renovada».