Mensaje del 4 de abril de 1996 en Capoliveri (Livomo)
Jueves Santo
El Cáliz de consuelo.
«Hijos predilectos, vivid dentro del seguro refugio de mi Corazón Inmaculado este día del Jueves Santo. Es vuestra fiesta. Es vuestra Pascua. Reunidos en tomo a los Obispos, hoy renováis los compromisos y las promesas que hicisteis en el día de la Ordenación Sacerdotal. Y recordáis, con alegría y gratitud, la institución del nuevo sacerdocio y del nuevo Sacrificio acaecida durante la Ultima Cena. Es la Cena del amor: «Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo» (Jn.13,1). Es la Cena de la institución del Sacramento del amor: «Jesús, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Tomad y comed: esto es mi Cuerpo. Después tomó el cáliz y dando gracias lo dio a sus discípulos diciendo: Bebed todos de él, porque ésta es mi sangre que será derramada por muchos para remisión de los pecados» (Mt.26,26-28). Es la Cena del Mandamiento nuevo del amor: «Os doy un mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros como Yo os he amado, así también vosotros amaos los unos a los otros» (Jn. 13,34). Es la Cena del servicio ofrecido como acto de amor «Si Yo, pues, os he lavado los pies, siendo vuestro Señor y maestro, también debéis vosotros lavaros los pies unos a otros» (Jn.13,14). Pero es también la Cena que se abre al doloroso misterio de su Pasión. Y así llega el momento de su agonía en Getsemaní, del sudor de sangre, del llanto y de la angustia mortal, del abandono por parte de los discípulos, de la negación de Pedro, de la traición de Judas. Hijos predilectos, vivid en mi Corazón Inmaculado las horas dolorosas de Getsemaní. Cuánto hubiera querido estar junto a Jesús, para consolarlo en los momentos de su interior agonía, pero la ausencia de la Madre había sido dispuesta por el Padre Celestial, para que aún fuera más dolorosa la agonía del Hijo. He aquí a Jesús cargado con todos los pecados del mundo; sobre su frágil cuerpo pesan las rebeliones, las violencias, las injusticias, las impurezas y todas las maldades del hombre. Se siente aplastado bajo el peso de la Justicia Divina y de su Cuerpo comienzan a brotar gotas de sudor y de sangre. Cuando va a buscar consuelo de los tres apóstoles los encuentra dormidos. Entonces el Padre le envía el Ángel con el cáliz de su consuelo, que Jesús bebe con gratitud inmensa. Dentro de este cáliz Yo he depositado todo el amor, la oración, el sufrimiento, la ternura de mi Corazón Inmaculado de Madre. Y así Jesús, en el vértice supremo del abandono, es confortado por la presencia espiritual de la Madre. Mi Corazón Inmaculado se convierte hoy en el Cáliz de consuelo, que Yo quiero ofrecer a la Iglesia y a todos mis hijos, en los momentos de su mayor sufrimiento. Por esto os invito a entrar, con vuestro acto de consagración en el refugio seguro de mi Corazón Inmaculado. Porque hoy quiero hacer de vosotros, mis hijos predilectos, mi Cáliz de consuelo. -Cáliz de consuelo para Jesús que revive en su Cuerpo Místico los mismos acontecimientos de su Pasión. Cuántos son hoy, incluso entre sus ministros, los que lo abandonan, reniegan de Él y lo traicionan. En el doloroso Getsemaní de vuestro tiempo, sed vosotros, hijos predilectos, el Cáliz de consuelo, que la Madre quiere ofrecer a su Hijo Jesús. Depositad en este Cáliz todo vuestro amor, vuestra fidelidad, vuestro celo, vuestro apostolado, las gotas preciosas de vuestro sufrimiento Sacerdotal. -Cáliz de consuelo para la Iglesia, que hoy vive las mismas horas de agonía que Jesús, en su doloroso Getsemaní de estos últimos tiempos. ¡Cuan desgarrada y herida, abandonada y traicionada, golpeada y crucificada es la Iglesia en la agonía de su gran tribulación! Depositad en el Cáliz el consuelo de vuestra fidelidad Sacerdotal ; sed ministros celosos de la Palabra divina y de los Sacramentos; caminad valerosamente por la vía dolorosa del amor y de la santidad. -Cáliz de consuelo para mi Papa, que está consumando ahora su sacrificio, sobre el Calvario de un inmenso sufrimiento. Para los Obispos, que tienen tanta necesidad del amor y de la ayuda de sus Sacerdotes, para ser consolados en su difícil y doloroso ministerio. Para vuestros hermanos Sacerdotes, a los que debéis amar, ayudar, tomar de la mano y compartir el peso de todas sus dificultades. En esto$ últimos tiempos cuántos peligros y astutas insidias son tejidas cada día en la vida de tantos Sacerdotes, que son los hijos de mi materna predilección. -Cáliz de consuelo para toda esta pobre humanidad, enferma y tan alejada de Dios, aplastada bajo el peso del pecado y del mal, del odio y de la violencia, de la injusticia y de la impureza. Entonces, en el Getsemaní de estos últimos tiempos, os convertís en el Cáliz de consuelo, que la madre Celestial ofrece hoy a la Iglesia y a la humanidad, para que puedan vivir, en la conianza y en una gran esperanza, las horas ya próximas de la dolorosa Pasión.»