Mensaje del 31 de octubre de 1996 en Seúl (Corea)
Ejercicios Espirituales, en forma de Cenáculo, con los Obispos y
Sacerdotes del M.S.M. de Corea.
Tierra bendecida y amenazada.
«Cómo me consoláis, hijos míos predilectos, al veros aquí reunidos de tantos lugares de Corea, para vivir estos días en un continuo Cenáculo de oración y de fraternidad, bajo la mirada complacida de vuestra Madre Celestial. Yo me uno a vuestra plegaria y hago más fuertes los lazos de vuestra unidad sacerdotal. Amaos los unos a los otros como Jesús os ha amado. Poned en práctica su mandamiento nuevo de ser entre vosotros una sola cosa, y así daréis gozo y consuelo al Corazón traspasado de mi Hijo Jesús. Llevad en vuestro corazón y a vuestras plegarias las necesidades, las ansias y los temores de vuestra Iglesia y de vuestra Patria, Corea, esta tierra tan bendecida por Mí y tan amenazada. -Tierra bendecida, porque aquí mi Iglesia prospera y se difunde con la sangre de los mártires, que se ha convertido en semilla fecunda de muchos nuevos cristianos. -Tierra bendecida, porque los fieles son ardientes en la fe, fervorosos en la oración, unidos a sus pastores. Aquí Yo soy particularmente amada, implorada y glorificada sobre todo por los pequeños, los sencillos, los pobres y los humildes. Entre ellos crecen numerosas las vocaciones a la vida religiosa y al sacerdocio. -Tierra amenazada, porque también aquí se difunden los errores que alejan de la verdadera fe, se difunden ampliamente las sectas, que representan una grave amenaza para muchos fieles. Entonces os invito, Sacerdotes mis predilectos, a una gran unidad con el Papa y con los Obispos a El unidos. Escuchad y seguid al Magisterio jerárquico de la Iglesia, para resistir a las astutas insidias del error y de la infidelidad. Difundid valerosamente las palabras del Evangelio y formad a los fieles en el crecimiento de la fe, con una celosa obra de catcquesis, tan necesaria hoy para la Iglesia que vive en Corea. Os pido sobre todo, mis predilectos, que seáis celosos en vuesro ministerio sacerdotal, perseverantes en la oración, ardientes de amor a Jesús Eucarístico, que debe convertirse en el centro de vuestro apostolado y el gran amor de vuestra vida, abiertos a las necesidades de los pobres, de los humildes, de los pequeños, sobre todo de mis hijos que viven en la tiniebla del paganismo y no conocen todavía la luz de la verdad y la salvación que os ha dado mi hijo Jesús. -Tierra amenazada en su paz y en su unidad. De hecho este pueblo ha sido separado y divido. Ha soportado el peso y la prueba sangrienta de una guerra fratricida y todavía hoy es grande el peligro que amenaza a su tranquilidad y su paz. Sed vosotros, Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado, los instrumentos de mi paz y de mi asistencia materna para esta Nación, donde Yo soy tan amada implorada y glorificada. Corea es tierra particularmente predilecta y protegida por Mí; es el jardín en el cual vuestra Madre Celestial da signos extraordinarios de su continua presencia entre vosotros. Yo os conduzco por el camino de la unidad y de la paz. La unidad y la paz vendrán a vuestra Iglesia y a vuestra Patria como don particular de mi Corazón Inmaculado. Salid de este Cenáculo gozosos y difundid por todas partes mi invitación a consagrarse a mi Corazón Inmaculado, para vivir en la confianza y en una gran esperanza. A través vuestro llegue también el consuelo de mi materna presencia a mis hijos de Corea del Norte, de China, de Vietnam y de todo este inmenso continente de Asia, todavía en gran parte pagana, pero que vuestra Madre Celestial está conduciendo por la vía de la verdad y de la salvación. Con vuestros seres queridos, con aquellos que han sido confiados a vuestro ministerio os bendigo a todos en el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo».