Mensaje del 27 de junio de 1996 en Valdragone (San Marino)
Ejercicios Espirituales en forma de Cenáculo, con 25 Obispos y 300
Sacerdotes del M.S.M. de Europa, América, Africa, Asia y Oceanía.
Mi designio materno.
«Qué contenta estoy de veros aquí, reunidos en un continuo Cenáculo de oración y de fraternidad, Obispos y Sacerdotes de mi Movimiento, que habéis venido ya de todas las partes de la tierra. Nunca como este año ha sido tan grande vuestra participación; nunca como este año ha sido tan generosa la respuesta a la petición de vuestra Madre Celestial. Ahora os contemplo con la complacencia de una Madre que se siente escuchada y seguida por sus hijos. Yo me uno a vuestra oración y hago más profunda vuestra unidad sacerdotal. Como Madre os ayudo a encontraros, a conoceros, a amaros y hago cada vez mayor vuestra fraternidad sacerdotal. Así sois formados por Mí para responder, de manera perfecta, a mi designio materno. -M i designio materno es conduciros por el camino de la santidad y de la inmolación. Por esto os ayudo a liberaros del pecado y del mal que hay en vuestro interior. Por esto os conduzco por el camino de la pureza, del amor y de la santidad. Es mía la misión de revelaros las astutas insidias del Adversario Mío y vuestro, que os seduce para conduciros por el camino del mal y del pecado, de la impureza y de la infidelidad. Entonces Yo desciendo del Cielo, para ponerme en camino con vosotros por todas las sendas del mundo. Y os llamo a todos a entrar en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado: Aquí seréis formados por Mí a una gran santidad. -M i designio materno es dar consuelo a vuestro dolor, derramar bálsamo sobre cada herida, dar confianza y gran esperanza a vuestro desaliento. ¡Qué difíciles son los días que estáis viviendo! Es el período conclusivo de la purificación y de la gran tribulación. Así toda la humanidad está poseída por los espíritus del mal y mi Iglesia está invadida por el viento impetuoso de los errores, de las divisiones, de la incredulidad y de la apostasía. Vosotros debéis soportar el peso doloroso de esta situación. Sois llamados a llevar la cruz de toda la Iglesia. Por esto estáis destinados a experimentar, como nunca, el consuelo suave de mi ternura maternal: Entre mis brazos os acariciaré y os consolaré. Por esto os pido que entréis para siempre en el refugio de mi Corazón Inmaculado. -M i designio materno es asistir a la Iglesia en la vía dolorosa de la crucifixión y de su martirio. Y me sirvo de vosotros mis pequeños hijos, que desde hace años he llamado y he formado, con las palabras de los mensajes, que he hecho descender de mi Corazón Inmaculado. Sed en la Iglesia mi misma presencia materna y misericordiosa. Cerrad todas sus heridas; enjugad todos sus dolores; recoged las gotas de su sangre preciosa; depositad vuestro beso sacerdotal sobre toda llaga abierta y sangrante. Os pido que améis y consoléis al Papa, que está viviendo la hora dolorosa de su inmolación. Sed apoyo filial para vuestros Obispos con vuestro amor y vuestra docilidad. Estad cerca de todos los hermanos sacerdotes, sobre todo de aquellos que sucumben bajo el peso de la prueba, que está llegando ahora a su vértice más doloroso. Por esto debéis resguardaros ahora en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. -M i designio materno es proteger a toda la humanidad en el tiempo doloroso de su salvación. Está próxima la hora en la que la Justicia se desposará con la Divina Misericordia, para la purificación de la tierra. Preparaos todos para soportar el dolor de la gran prueba purificadora. Vosotros sois los rayos de amor, que descienden de mi Corazón Inmaculado, para iluminar las horas dolorosas del misericordioso castigo. Iluminad con mi luz materna y misericordiosa las horas de la oscuridad y de la gran tiniebla que ha descendido sobre el mundo. Dad el bálsamo de mi ternura materna a los pequeños, a los pobres, a los pecadores, a los enfermos, a los alejados. Yo quiero vivir en vosotros y actuar por medio vuestro. El remedio que Yo doy para la salvación de todos, en el momento culminante de la gran prueba, soy Yo misma, que me manifestaré a todos, a la Iglesia y al mundo, a través de vosotros, pequeños hijos llamados y formados por Mí para esta gran misión que ahora os confío. Por tanto entrad todos en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado y no salgáis nunca más. Partid de este Cenáculo con gozo y con una gran esperanza. Las gracias que habéis recibido aquí han sido grandes y las comprenderéis dentro de poco. La Santísima Trinidad se ha inclinado complacida sobre vosotros y Dios os ha hecho el don del cambio del corazón. En lugar de vuestros pequeños corazones llenos de pecados he pueso mi Corazón Inmaculado. Sed ahora el corazón nuevo de la nueva Iglesia, que Jesús se forma cada día en el jardín de su Amor Divino y Misericordioso. Descended de este monte en la paz y convertios en instrumentos de mi paz en todas las partes del mundo. Con vuestros seres queridos, con aquellos que han sido confiados a vuestro ministerio sacerdotal, os bendigo a todos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».