Mensaje del 13 de octubre de 1996 en Tokio (Japón)
Ejercicios Espirituales, en forma de Cenáculo, con los Sacerdotes del
M.S.M. del Japón.
Una gran señal.
«Con gran alegría os contemplo, Sacerdotes de mi Movimiento Sacerdotal Mariano del Japón, que habéis venido aquí para vivir Conmigo estos días en un continuo Cenáculo de oración y de fraternidad. Hoy termináis vuestro Cenáculo, en el cual recordáis el aniversario de mi última aparición ocurrida en Fátima y confirmada por el milagro del sol. Apareció en el cielo una gran señal: Signum Magnum. Yo soy la gran señal aparecida en el cielo: Soy la Mujer vestida del Sol, con la luna bajo mis pies y una corona de doce estrellas en tomo a mi cabeza. -Una gran señal en la terrible lucha contra todas las fuerzas del mal que se han coaligado contra Dios y contra su Cristo. Por esto, junto a la gran señal de la mujer vestida del Sol, aparece también la del Dragón rojo, la serpiente antigua, de Satanás, que ahora se manifiesta en todo su extraordinario poder. Parece que el gran Dragón haya obtenido la victoria, porque ha llevado a toda la humanidad a construir una civilización sin Dios; ha difundido por todas partes el culto al dinero y al placer; ha seducido las mentes con la soberbia y el error; ha violado las almas con el pecado y el mal; ha endurecido los corazones con el egoísmo y el odio; ha corrompido todas las naciones de la tierra con la copa de la lujuria y de la impureza. Satanás ha conseguido extender su dominio maligno sobre el mundo entero. Pero en la lucha furiosa de estos últimos tiempos entre cielo y tierra, entre los espíritus celestes y los demonios, entre la Mujer y el dragón, Yo aparezco como gran señal de mi mayor victoria. -Una gran señal de la victoria de Dios sobre toda forma de ateísmo teórico y práctico, del bien sobre toda forma de mal y de pecado, del amor sobre toda forma de violencia y de odio, de la verdad sobre toda forma de error y de falsedad. Para esta gran victoria me he formado el ejército con todos mis pequeños niños que, de todas partes del mundo, me han respondido sí. Con mi Movimiento Sacerdotal Mariano he llevado mi invitación hasta los extremos confines de la tierra y me he formado mi ejército victorioso. También en esta gran Nación, casi completamente pagana, mis pequeños hijos me han respondido con alegría y con gran generosidad. Y mi Corazón de Madre se estremece de amor y de ternura hacia ellos. Yo abro también para ellos la senda de la salvación y con el triunfo de mi Corazón Inmaculado, entrarán en el único redil del cual mi hijo Jesús es el Buen Pastor. -Una gran señal de luz en estos tiempos de densa oscuridad. Por esto os invito a caminar por la senda de la oración y de la penitencia, de la confianza y del mayor abandono. Una vez más os he enviado a este pequeño hijo a traeros el don de mi ternura materna. Por medio de él ofrezco a vuestra Iglesia y a vuestra Patria una señal segura de mi asistencia y de mi protección materna. Con vuestros seres queridos, con aquellos que han sido confiados a vuestro ministerio os bendigo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».