Mensaje del 1 de enero de 1996 en Milán
Fiesta de María Santísima Madre de
Dios En mi seguro refugio.
Hoy Celebráis con alegría la fiesta de mi divina Maternidad y me miráis, con filial confianza, invocando el gran don de la paz para la Iglesia y para toda la humanidad. Yo soy la Reina de la Paz. He sido escogida por el Padre Celeste para ser la Madre de su Hijo Unigénito, nacido para traer a toda la humanidad el bien precioso de la paz. Mi divino Niño, que nace en la humildad de una pobre gruta y es depositado en un pesebre, es Él mismo la Paz. Paz entre Dios y la humanidad, por Él redimida y conducida a una nueva comunión de amor y de vida con su Señor. Paz entre los hombres, hechos todos hermanos, porque son hijos de Dios, partícipes de sus dones y miembros de una misma familia. Mi hijo Jesús ha querido que sea también Madre vuestra. Así he llegado a ser Madre de la humanidad, por él redimida y salvada. Mi misión es la de seguir como Madre, durante el curso de la historia, las vicisitudes de todos mis hijos. De manera particular soy Madre de los que, por medio del sacramento del Bautismo y el don de la fe y de la Gracia son injertados íntimamente en la misma vida de Jesús, componen su Cuerpo Místico y forman parte de su Iglesia. Soy Madre de la Iglesia. Mi misión materna es la de seguir todas las vicisitudes terrenas de la Iglesia, durante el curso de su historia. Y, en cada circunstancia de su doloroso camino, Yo he ofrecido siempre a la Iglesia, el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. Mi Corazón Inmaculado encierra todo mi amor virginal y materno por vosotros. Mi Corazón Inmaculado se abre para daros ayuda, consuelo y protección. Mi Corazón Inmaculado es, para cada uno de vosotros, el más seguro refugio y el camino que os lleva al Dios de la salvación y de la paz. Al inicio de este nuevo año, lleno de acontecimientos significativos y dolorosos para esta pobre humanidad, que está ahora bajo el dominio de las fuerzas del mal que se han desencadenado, os invito un vez más a todos a entrar en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. -En mi seguro refugio entran todos lo que están llamados a dar un cruento testimonio al Señor. Desde el primer mártir Esteban, que recogí entre mis brazos matemos después de su muerte, a aquellos que todavía hoy entregan su propia vida, el gran ejército de los mártires entra en el refugio de mi Corazón Inmaculado, para recibir nueva fuerza y valor, en la hora de su inmolación. -En mi seguro refugio se recoge el innumerable ejército de confesores de la fe, para obtener luz y Espíritu de Sabiduría que les conduce a comprender, a vivir y a anunciar a todos el Evangelio. -En mi seguro refugio se forma la cándida falange de los consagrados a la virginidad, para aprender de mi virginal maternidad, a vivir sólo para Jesús, elegido como único esposo de la propia vida y revestidos de su Luz inmaculada, siguen al Cordeo a donde quiera que vaya. -En mi seguro refugio buscan amparo y protección aquellos que son llamados a ofrecerse al Señor, siguiéndolo por el camino de los consejos evangélicos. Yo misma cultivo estas flores perfumadas y preciosas crecidas en el jardín de mi Corazón Inmaculado. -En mi seguro refugio cultivo con cuidado y diligencia, a todos los Sacerdotes que me han sido confiados por Jesús y que amo con particularísimo amor. Aquí son consolados, animados y formados por Mí para seguir, imitar y revivir a Jesús hasta su plenitud. -En mi seguro refugio se refugian las familias cristianas, para ser defendidas de tantos peligros y protegidas de los terribles males que las amenazan. -A mi seguro refugio llamo a los niños, para que respiren la atmósfera de la pureza y de la gracia; a los jóvenes, para que sean ayudados a crecer en la gracia, en el amor y en la santidad; a los pecadores para que encuentren misericordia y perdón; a los enfermos para que recobren la salud; a los moribundos para que puedan pasar de la tierra al Paraíso, a través de la puerta celestial de mi Corazón Inmaculado. -En mi seguro refugio sobre todo debéis entrar todos vosotros, mis hijos, para ser defendidos y protegidos por Mí, ahora que entráis en el período conclusivo de la purificación y de la gran tribulación. Ahora los acontecimientos se sucederán de forma rápida, hacia su completo desenlace. Mis secretos os serán desvelados por los mismos acontecimientos que estáis llamados a vivir. Por esto, viendo con materna preocupación todo lo que ahora os espera, una vez más invito a la Iglesia y a toda la humanidad a entrar en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. Solo aquí seréis protegidos y consolados por Mí misma. Solo aquí encontraréis la paz y cruzaréis con alegría los umbrales luminosos de la esperanza. Porque en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado, que la Santísima Trinidad os ofrece como arca de salvación, en estos últimos tiempos, esperaréis en la confianza y en la oración el retomo de Jesús en gloria, que traerá su Reino al mundo y hará nuevas todas las cosas. En espera de que se cumpla la feliz esperanza y de la venida gloriosa de mi Hijo Jesús, al comienzo de este nuevo año os bendigo a todos en el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.»