Mensaje del 7 de octubre de 1995 en Uruacu (Goias-Brasil)
Fiesta de Nuestra Sra. del Rosario
Mi victoria.
«Soy la Reina del Santo Rosario. Soy la Reina de las victorias. La misión que me ha sido confiada por la Santísima Trinidad es la de dirigir la batalla y conducir a la victoria al ejército de los hijos de Dios que combate contra el potente ejército de los esclavos de Satanás y de los espíritus del mal. “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya: ella te aplastará la cabeza y tu tratarás de atacarle el talón” (Gn. 3,15) Cada día Yo llevo adelante esta lucha y obtengo mi victoria. -M i victoria acontece en el corazón de todos mis hijos, que se consagran a mi Corazón Inmaculado y se dejan formar y conducir por Mí como niños. Yo abro estos corazones a la pureza del amor y así puedo obtener la victoria sobre toda forma de egoísmo, de odio, de violencia y difundir por doquier el perfume suave de la divina caridad. -M i victoria se obtiene en las almas que son ayudadas por Mí a combatir y a vencer toda forma de pecado. Las almas de mis hijos iluminadas por la Gracia, poseídas por la vida divina, cantan Conmigo el Magníficat perenne de la perfecta gloria a la Santísima Trinidad. -M i victoria se realiza en la Iglesia, que Yo ilumino con mi fe, asisto con mi presencia, consuelo con mi ternura maternal. Yo misma la llevo de la mano, en este tiempo de la purificación, hacia su mayor esplendor, que la revestirá, haciendo de ella la luz más grande para todas las naciones de la tierra. -M i victoria acontece cada día en esta pobre humanidad tan enferma y alejada de Dios y que ha querido construir una nueva civilización sin El. Yo abro nuevos caminos para su retorno al Señor, que la espera con el amor de un Padre. Llamo a mis pequeños hijos a ser los instrumentos de salvación para todos y así, en el silencio y en el escondimiento, cada día preparo y difundo entre vosotros el Reino de Dios. -M i completa victoria acontecerá con el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Entonces el milagro de la divina Misericordia, con la potencia del Espíritu Santo, renovará la faz de la tierra y ésta se convertirá en un jardín perfumado y precioso, en el que la Santísima Trinidad se reflejará complacida y recibirá de todo el universo creado su mayor gloria».