Mensaje del 4 de junio de 1995 en Vacallo (Suiza)
Solemnidad de Pentecostés
Lenguas de fuego.
«Reunidos en un extraordinario Cenáculo de oración hecha Conmigo, hijos predilectos, celebráis hoy la solemnidad de Pentecostés. Me encontraba recogida con los Apóstoles y los discípulos, en el Cenáculo de Jerusalén, cuando ocurrió el prodigio de la venida del Espíritu Santo, bajo forma de lenguas de fuego. Y vi con gozo el milagro de su completa transformación. De tímidos y temerosos que eran salieron del Cenáculo convertidos en valientes e intrépidos testimonios de Jesús y de su Evangelio. En el Cenáculo espiritual de mi Corazón Inmaculado, ahora debe realizarse el prodigioso acontecimiento del segundo Pentecostés, invocado y esperado por vosotros. Descenderán otra vez sobre la Iglesia y sobre toda la humanidad milagrosas lenguas de fuego. -Lenguas de fuego divino traerán calor y vida a una humanidad actualmente helada por el egoísmo y el odio, por la violencia y las guerras. Así la tierra aridecida se abrirá al soplo del Espíritu de Dios que la transformará en un nuevo y maravilloso jardín, en el cual la Santísima Trinidad pondrá su habitual morada entre vosotros. -Lenguas de fuego descenderán para iluminar y santificar la Iglesia, que vive la hora tenebrosa del Calvario y es golpeada en sus pastores, herida en el rebaño, abandonada y traicionada por los suyos, expuesta al viento impetuoso de los errores, invadida por la pérdida de la fe y por la apostasía. El fuego divino del Espíritu Santo la curará de toda enfermedad, la purificará de toda mancha y de toda infidelidad, la revestirá de una nueva belleza, la recubrirá de su esplendor, para que así pueda recuperar la unidad completa y la plenitud de su santidad, y entonces dará al mundo su pleno, universal y perfecto testimonio de Jesús. -Lenguas de fuego descenderán sobre todos vosotros mis pobres hijos, tan engañados y seducidos por Satanás y por todos los espíritus malignos, que, en estos años, han obtenido su gran triunfo. Y así seréis iluminados por esta Luz divina y os veréis a vosotros mismos en el espejo de la verdad y de la santidad de Dios. Será como un juicio en pequeño que abrirá la puerta de vuestro corazón para recibir el gran don de la divina misericordia. Entonces el Espíritu Santo realizará en el corazón y en la vida de todos el nuevo milagro de la universal transformación: los pecadores se convertirán; los débiles tendrán apoyo; los enfermos obtendrán la curación; los alejados volverán a la casa del Padre; los separados y divididos llegarán a la plena unidad. De esta manera se realizará el prodigio del segundo Pentecostés. Este tendrá lugar con el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Sólo entonces veréis como las lenguas de fuego del Espíritu de Amor renovarán todo el mundo que será completamente transformado por la mayor manifestación de la divina Misericordia. Por esto os invito a pasar este día en el Cenáculo, reunidos en la oración Conmigo, Madre de la Misericordia, en la esperanza y en la anhelante espera del segundo Pentecostés ya próximo».