Mensaje del 2 de febrero de 1995 en Sale (Alejandría)
Presentación del Niño Jesús en el Templo
La hora de vuestra inmolación.
«Con las luces de vuestros corazones ardientes de amor, hijos predilectos, acompañadme al Templo del Señor, para ofrecer Conmigo en sacrificio a mi Divino Niño a la gloria del Padre Celeste. Mientras deposito en las manos del sacerdote a mi Niño, la Santísima Trinidad se inclina complacida sobre la ofrenda de vuestra Madre Celeste y la bendice. El Padre, que tanto ha amado al mundo hasta darle su Hijo unigénito, se complace en acoger el don del Hijo, que se ha hecho ahora imagen viviente de su Amor misericordioso. El Hijo que desde toda la eternidad vive en el seno del Padre, goza al sentirse ofrecido sobre el altar de Su gloria, en sacrificio de rescate y de redención, para la salvación de todos. El Espíritu Santo se posa en el corazón de un pobre anciano y lo abre a la comprensión del divino misterio: “Él está puesto como signo de contradicción, para la salvación y la ruina de muchos en Israel y a ti oh Madre una espada te traspasará el alma.” Vivid Conmigo el misterio de esta Ofrenda y dejaos ofrecer todos a la gloria de la Santísima Trinidad, mis pequeños hijos. Ha llegado la hora de vuestra inmolación -Sobre el altar de mi Corazón Inmaculado sois inmolados para perfecta gloria del Padre. Vuestro Padre Celeste debe ser glorificado. Por esto ha creado todo el universo y en vuestra existencia dispone con amor cada pequeña circunstancia para vuestro bien. Por eso os ha dado a su Hijo para vuestra salvación. En vosotros, en vuestra vida, en vuestra paz, en vuestra alegría, el Padre Celeste es glorificado. -Sobre el altar de mi Corazón Inmaculado sois inmolados para perfecta gloria del Hijo. El Hijo debe ser glorificado. Para esto ha venido al mundo. Y el Hijo es glorificado cuando se cumple por todos, de manera perfecta, la voluntad del Padre. Entonces en vosotros el Hijo continua dando su testimonio al Padre. Este es su testimonio: que toda criatura cumpla su Voluntad. Su Voluntad es que seáis en el Hijo una sola cosa, para ser así una sola cosa con el Padre. Entonces rendís testimonio a la Verdad y la Verdad os hará libres. -Sobre el altar de mi Corazón Inmaculado sois inmolados para perfecta gloria del Espíritu Santo. El Espíritu Santo debe ser glorificado. Por esto os es perennemente dado por el Padre y por el Hijo. Y el Espíritu Santo es glorificado cuando, con su fuego divino, os purifica y os transforma, para que podáis amar, en El y por Él al Padre y al Hijo. De este modo vivís dentro del Corazón de la Santísima Trinidad y sois ofrecidos para su perfecta gloria. Ha llegado la hora de vuestra Inmolación. En estos tiempos la Santísima Trinidad debe ser glorificada. Por esto sois llamados a ser fuertes testimonios de la Verdad. Ha llegado la hora de la gran apostasía y vosotros tenéis la misión de dar a todos el esplendor de la Verdad divina. Vivís los momentos de la gran perversión, mientras la humanidad se ha vuelto pagana y peor que en los tiempos del diluvio, y vosotros sois llamados a difundir la luz de la Santidad. Sed ardientes antorchas de santidad y de pureza en la profunda tiniebla del pecado que ha descendido sobre el mundo. Estáis llamados a convertiros en fuertes testimonios de amor, en la hora de la violencia y del odio, del egoísmo desenfrenado y de la guerra. Ahora el huracán está a las puertas y la Iglesia y la humanidad serán llamadas a vivir la hora tremenda de la gran prueba. Por esto hoy sois inmolados sobre el altar de mi Corazón Inmaculado. Ha llegado la hora de vuestra inmolación. Yo estoy siempre a vuestro lado y os conduzco de la mano en cada momento como una madre conduce a sus niños pequeños. Estaré junto a vosotros, de manera extraordinaria, en los momentos cruentos de vuestra pasión sacerdotal y de vuestro martirio. Entonces me veréis y os alegraréis porque contemplaréis a vuestra Madre Celeste, que os ofrece, como pequeños corderos, sobre el altar de su Corazón Inmaculado, para perfecta gloria de la Santísima y Divina Trinidad».