Mensaje del 15 de abril de 1995 en Capoliveri (Livomo)
Sábado Santo
Velad Conmigo.
«Hijos predilectos, permaneced junto a vuestra Madre Celeste, en este día en que el cuerpo de mi Hijo Jesús reposa exánime en su sepulcro nuevo. Velad Conmigo. En la oración, que debe ser hecha por vosotros Conmigo y por medio de Mí. En este día vuestra Madre Celeste vivió en una perenne comunión de vida con el Padre Celestial, que me daba todo su amor y con su divina ternura, derramaba bálsamo precioso sobre todas mis heridas. El Padre veía así florecer todo el sufrimiento del Hijo y de la Madre en la alegría que experimentaba, porque podía finalmente abrazar, en su vínculo de amor y de vida, a toda la humanidad ahora redimida y salvada. Este día lo viví todo el con el alma junto al cuerpo de mi Hijo, depositado en su sepulcro nuevo. Mis oraciones lo recubrían, como ungüento perfumado; mis lágrimas le limpiaban de toda su sangre y mis manos le acariciaban para cerrar todas las heridas con ternura maternal. Así preparé aquel cuerpo exánime para recibir su nuevo y potente soplo de vida. En este día el Espíritu Santo me llevaba al interior de su recinto esponsal, me daba gozo y paz y me manifestaba su agradecimiento divino, por haber acogido en mi seno virginal y conducido hasta el sepulcro al Unigénito Hijo del Patre. Velad Conmigo. En la esperanza que, en este día, está a punto de convertirse en certeza. Cuando mi Hijo Jesús se me presentó en su cuerpo glorioso más resplandeciente que el sol, y me estrechó tiernamente contra su Corazón divino, para mi terminó todo sufrimiento. Ahora la muerte ha sido vencida por la vida; el pecado por la gracia; el mal por el bien; el odio por el amor; Satanás por el Hijo de Dios muerto y resucitado. Velad Conmigo. Vivid Conmigo en la confianza este día de sábado. En el sepulcro yace toda esta pobre humanidad, convertida en posesión del Maligno y hecha esclava del pecado y del mal. Es el sábado de su larga sepultura. Pronto la humanidad saldrá de la tumba en que yace, cuando Jesús volverá en gloria y la conducirá al nuevo jardín de su resurrección. Se está preparando el gran milagro de la divina Misericordia. Este repetirá para toda la humanidad cuanto sucedió a mi Hijo Jesús. Porque esta humanidad será completamente renovada por el potente hálito del Espíritu Santo, que se difundirá por toda la tierra y la humanidad volverá a los brazos de su Padre Celestial, que en ella se reflejará complacido, mientras Jesús habrá traído al mundo renovado su reino de gloria. Por esto, hijos predilectos, hoy os invito a velar Conmigo en la oración, en la esperanza, en la confianza, en este vuestro largo sábado, que está a punto de terminar».