Mensaje del 14 de abril de 1995 en Capoliveri (Livomo)
Viernes Santo
Lágrimas y sangre.
«Mirad hoy al que traspasaron. Hijos predilectos, vivid este día Conmigo, Madre dolorosa de la Pasión. ¡Cuánta sangre vieron mis ojos llorosos en este día! Mi hijo Jesús quedó reducido todo Él a una llaga por la flagelación. Los terribles azotes romanos abrieron en su cuerpo heridas profundas, de las cuales brotó en abundancia la sangre que lo recubrió de un manto purpúreo. La corona de espinas atravesó su cabeza de la que brotaron regueros de sangre, que descendieron, recubrieron y desfiguraron su rostro. Tan desfigurado estaba que no tenía aspecto de hombre” (Is. 52,13). Los clavos le traspasaron manos y pies y la sangre salió a borbotones y descendió por el leño de la Cruz. Durante las tres horas de desgarradora agonía, Yo permanecí, con Juan y las mujeres piadosas, bajo la Cruz y juntos fuimos bañados por su preciosa sangre. Luego, después de haber exhalado su último respiro, el centurión romano le atravesó con la lanza el costado, del cual brotó sangre y agua, símbolo de los sacramentos de vuestro renacimiento. De esta fuente nació la Iglesia; nació en la cuna formada por la sangre del Hijo y las lágrimas de la Madre. Lágrimas y sangre. Son el precio de vuestro rescate; son el signo de un inmenso sufrimiento; son el don de la divina Misericordia que ha descendido para renovar todo el mundo. Vivid hoy un nuevo viernes santo. ; Y cuánta sangre desciende todavía de los ojos llorosos de vuestra Madre Celeste! Es la sangre de los niños asesinados en el seno de sus madres; es la sangre derramada por todas las víctimas de la violencia y del odio, de las luchas fratricidas y de las guerras. Y todavía descienden lágrimas copiosas de mis ojos matemos ante una humanidad que lleva en sí misma la razón de su condena. Lágrimas y sangre. Yo quiero ayudar a esta pobre humanidad a volver a su Señor, por el camino de la conversión y de la penitencia, y por esto le doy signos evidentes de mi materno dolor y de mi dolorosa preocupación. Es por esto que de algunas de mis Imágenes he hecho brotar lágrimas de sangre. ¿Cómo puede un hijo no conmoverse ante a su madre que llora? ¿Cómo podéis vosotros mis hijos no conmoveros ante vuestra Madre Celeste que llora lágrimas de sangre? No obstante estos signos tan graves que hoy os doy, no son acogidos ni creídos, por el contrario son abiertamente obstaculizados y rechazados. Así la acción extrema que realizo, para conduciros a la salvación, es impedida por vosotros. Entonces, mis pobres hijos, ya no se me concede la posibilidad de detener la mano de la justicia de Dios que, con su terrible castigo, purificará esta humanidad, que no puede ser socorrida, a causa de su obstinado rechazo a acoger todas estas extraordinarias intervenciones de vuestra Madre Celeste. Ahora para la Iglesia y para la humanidad, la prueba dolorosa ya ha llegado Yo veo vuestros caminos rociados de lágrimas y de sangre. Así la divina Justicia purificará este mundo, que ha tocado fondo en la perversión y en la rebelión a su Dios que, para vuestra salvación, hoy se ha inmolado y ha sido muerto en la Cruz. Al menos vosotros mis predilectos permaneced Conmigo bajo la Cruz, junto a vuestro hermano Juan, para confortar y dar consuelo a vuestra Madre dolorosa, nuevamente traspasada por la espada de un rechazo tan grande. Y unid vuestro dolor al mío, para implorar una vez más para el mundo el milagro de la divina Misericordia».