Mensaje del 8 de diciembre de 1994 en Santiago (República Dominicana)
Fiesta de la Inmaculada Concepción
Apóstoles de los últimos tiempos.
«Te encuentras aquí, mi pequeño hijo, para hacer el Cenáculo con el Obispo, los Sacerdotes y los fieles de mi Movimiento, en este día en el que la Iglesia celebra la solemnidad de mi Inmaculada Concepción. La Santísima Trinidad me ha colmado de este singular privilegio, porque estaba destinada a ser la Madre del Verbo, hecho hombre en mi purísimo seno. En previsión de mi divina maternidad, fui preservada del pecado original y de toda sombra de pecado personal, y he sido colmada de gracia y de santidad. Por ser Madre de Jesús, he sido asociada íntimamente al miserio de su Redención, como corredentora y así he llegado a ser mediadora de la gracia entre vosotros y mi hijo Jesús. Bajo la Cruz, por voluntad de mi Hijo, fui hecha Madre de todos vosotros, y en el Cenáculo con los Apóstoles, he participado como Madre en el nacimiento de la Iglesia. Mi misión materna ha sido la de conducir a la iglesia por el camino de su evangelización. Por esto siempre he estado junto a todo hijo mío que, a lo largo de dos mil años, ha llevado a todas partes del mundo el anuncio del Evangelio. Precisamente hoy celebráis aquí los quinientos años de la primera evangelización de todo este gran continente de América. Después de casi dos mil años del primer anuncio del Evangelio, la humanidad se ha vuelto pagana. Yo soy la Madre de la segunda evangelización. Es mía la misión de formar a los Apóstoles de la segunda evangelización. En estos años os he formado con un cuidado especial, y a través del don de mis palabras, para ser los Apóstoles de los últimos tiempos. Apóstoles de los últimos tiempos, porque debéis anunciar a todos, hasta los últimos confines de la tierra, el evangelio de Jesús en estos días de gran apostasía. Difundid en la gran tiniebla que ha descendido sobre el muno, la luz de Cristo y de su divina Verdad. Apóstoles de los últimos tiempos, porque debéis dar a todos la misma vida de Dios, por medio de la Gracia que vosotros comunicáis con los Sacramentos de los cuales sois los ministros. Y así difundís el perfume de la pureza y de la santidad, en este tiempo de gran perversión. Apóstoles de los últimos tiempos, porque estáis llamados a llevar el rocío del amor misericordioso de Jesús a un mundo marchito por la incapacidad de amar y amenazado cada vez más por el odio, la violencia y la guerra. Apóstoles de los últimos tiempos, porque debéis anunciar el cercano retomo de Jesús en gloria, que introducirá la humanidad en los tiempos nuevos, en los que finalmente se verán los nuevos cielos y la tierra nueva. Proclamad a todos su cercano retorno: maranathá: ¡ven Señor Jesús!»