Mensaje del 5 de diciembre de 1994 en Ciudad de Méjico
Cenáculo nacional del M.S.M. en el Santuario de
Nuestra Señora de Guadalupe
La niña de mis ojos.
«Con cuánto amor os contemplo, Sacerdotes y fieles de mi Movimiento, que os encontráis aquí, en este tan venerado Santuario mío, para hacer vuestro gran Cenáculo, que concluye los que se hicieron en tantas ciudades de Méjico, ¡esta tierra especialmente protegida y bendecida por Mí! Hago descender de mi Corazón Inmaculado torrentes de amor y de misericordia sobre todos vosotros, sobre la Iglesia y sobre esta pobre humanidad. Como en mis ojos permanece impresa la imagen del pequeño Juan Diego, a quien me aparecí, así también vosotros estáis impresos en los ojos y en el corazón de vuestra Madre Celestial. Sois la niña de mis ojos, porque sois mis más pequeños hijos, completamente consagrados a Mí, y así sobre vosotros Yo puedo derramar toda la ternura de mi amor materno. Sois la niña de mis ojos, porque os dejáis conducir por Mí con tanta docilidad. Vosotros me escucháis, secundáis mis peticiones, camináis por la senda que Yo os he trazado, y así, por medio de vosotros, Yo puedo realizar el gran designio del triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Sois la niña de mis ojos, porque a través de vosotros Yo puedo difundir la luz de la fe en los días de la gran apostasía, el perfume de la gracia y de la santidad en el tiempo de la gran perversión y la fuerza victoriosa del amor en la hora de la violencia y del odio. Sois la niña de mis ojos, por el gran amor que tenéis a Jesús Eucarístico. Con qué alegría os miro, cuando vais ante el Sagrario a dar a Jesús vuestro homenaje sacerdotal de amor, de adoración y de reparación. En el tiempo en que Jesús Eucarístico está rodeado de tanta indiferencia, de tanto vacío, vosotros difundís todavía las solemnes horas de adoración eucarística, rodeáis a Jesús de flores y de luces como signos indicativos de vuestro amor y de vuestra tierna piedad. Sois la niña de mis ojos, porque sois sencillos, pobres, humildes y así me amáis con todo el candor de vuestro corazón de niños. Has visto, pequeño hijo mío, con cuánto entusiasmo me aman, me rezan y glorifican todos estos hijos míos mejicanos. Por esto comenzará desde aquí mi gran victoria contra todas las fuerzas masónicas y satánicas, para el mayor triunfo de mi Hijo Jesús. Te confirmo que para el gran jubileo del año dos mil vendrá el triunfo de mi Corazón Inmaculado, que yo he predicho en Fámima y eso se realizará con el retomo de Jesús en gloria para instaurar su Reino en el mundo. Así podréis finalmente ver con vuestros ojos los cielos nuevos y la nueva tierra. Con todo mi amor de Madre, consolada y glorificada por vosotros, os bendigo en el Nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo.»