Mensaje del 31 de marzo de 1994 en Capoliveri (Livomo)
Jueves Santo
Dejaos poseer por su Amor.
«Hijos predilectos, hoy os miro con alegría y con predilección materna. Es vuestra fiesta. Es vuestra Pascua. Reunidos en torno a los Obispos, renovad las promesas que habéis hecho en el día de la Ordenación sacerdotal. Son las promesas de vuestro amor y de vuestra fidelidad a Jesús, que os ha elegido y os ha llamado a participar de su sumo y eterno Sacerdocio. Por medio de vosotros Jesús puede todavía inmolarse todos los días para vuestra salvación. Dejaos poseer por su Amor. ¡Cuánto os ama Jesús! Por vuestro amor el Verbo del Padre se ha encarnado en mi seno virginal, se ha sometido a los límites de espacio y tiempo, ha nacido a su vida humana, ha crecido como una flor en el jardín de mi amor materno. Por vuestro amor Jesús ha conocido el exilio en la infancia, la pobreza y la fatiga en la adolescencia, las incomprensiones y el rechazo durante los años de su pública misión. Por vuestro amor Jesús se ha sometido a la traición y al ultraje, al juicio y a la condena, a la crucifixión y a la muerte sobre la Cruz. ¡Cuánto os ama Jesús! Dejaos poseer por su Amor. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. Sobre todo por vuestro amor, Jesús ha instituido el nuevo Sacrificio y el nuevo Sacerdocio. Así en todas partes de la tierra, de oriente a occidente, se puede presentar al Padre Celestial la ofrenda pura, el Sacrificio perfecto, que aplaca su divina justicia, que repara todo el pecado del hombre, para la salvación y la vida del mundo. Y vosotros, hijos predilectos, sois los sacerdotes elegidos por El, para renovar por doquier este su Sacrificio de la nueva y eterna alianza. Dejaos poseer por su Amor. No miréis vuestras miserias, no os desaniméis por vuestras debilidades, no contéis vuestros pecados, no volváis sobre vuestras infidelidades, sino dejaos poseer por su Amor, porque la divina Caridad del Corazón de Jesús sobrepasa infinitamente toda humana ingratitud. En estos últimos tiempos, cuántos son los sacerdotes que lloran sus caídas, que sucumben bajo las fuerzas del mal ahora ya desencadenado, que ceden a las lisonjas de un mundo que se ha vuelto pagano, que caen bajo las disimuladas insidias de mí Adversario y vuestro. Hijos predilectos, incluso si repetís el gesto de Pedro que reniega o aquel de Judas que traiciona, o el de los Apóstoles que huyen y abandonan a Jesús, abrid hoy los corazones a la esperanza, porque Jesús os ama. Su amor supera toda vuestra humana debilidad. En este vuestro día sea grande la alegría y profunda la paz. Con voz de Mamá que siempre os asiste y os conduce, os consuela y os anima, hoy os invito a dejaros poseer por su Amor, para ser también vosotros sacerdotes según su Corazón divino y misericordioso.»