Mensaje del 28 de agosto de 1994 en Milán
Vigilia del viaje a Norte y Centro Emérica
Centinelas vigilantes.
«Déjate llevar en mis brazos maternos, mi pequeño niño, y verás por doquier las maravillas de gracia y de misericordia de mi Corazón Inmaculado. No te preocupes del viaje tan largo y fatigoso, que te preparas a realizar para hacer Cenáculos con los Sacerdotes y los fieles de mi Movimiento en todo el Canadá, en los Estados Unidos, en Méjico y la República Dominicana. Confía a los Ángeles de luz de mi Corazón todo lo que se refiere a este tu nuevo itinerario. Ellos te llevarán sobre sus alas y velarán, para que no tropiece tu pie en ningún obstáculo. Oh, en vuestros días, ¡qué bellos son los pies de los que anuncian la paz, de los que difunden la buena nueva de la salvación y del triunfo de la Divina Misericordia! Sed vosotros estos anunciadores de paz. Sed vosotros hoy centinelas vigilantes sobre los montes de la confianza y la esperanza. — Sed centinelas vigilantes en el tiempo oscuro de la infidelidad y de la apostasía. Así difundiréis entorno a vosotros la luz vivísima del Evangelio, daréis a todos la fuerza de la Palabra de Dios e indicaréis el camino que hay que recorrer para permanecer siempre en la Verdad. Todo el mundo espera, con ardiente esperanza vuestro anuncio. Vosotros sois los apóstoles de esta segunda evangelización. Predicad a todas las gentes que Jesucristo es el único Señor, vuestro Salvador y Redentor y que ya está para retomar a vosotros en el esplendor de su gloria. —Sed centinelas vigilantes en la hora del mayor triunfo de Satanás y de todos los Espíritus del mal. La humanidad está en su poder; el mundo está puesto en las manos del Maligno. Por esto las almas se han vuelto esclavas del pecado y soportan el peso de la separación de Dios, sola fuente de vuestra felicidad. Así la desesperación se difunde, la violencia y el odio reinan soberanos en las relaciones entre individuos y naciones y sois cada vez más aplastados bajo la prensa sangrienta de las revoluciones y de las guerras, de las divisiones y de las luchas fratricidas. Habéis alcanzado el culmen de la tribulación y vivís los años del gran castigo, que de tantas maneras, os ha sido ya anunciado. —Sed centinelas vigilantes que trazan el camino del retomo al Dios de la paz y de la vida, del amor y de la alegría. Para esto es necesario que os liberéis del yugo del pecado, para vivir siempre en la Gracia y en la comunión con Dios, oponiéndoos al espíritu del mundo en que vivís. Entonces seréis siempre fieles a las promesas de vuestro Bautismo. Por medio de vosotros podrá volver al mundo la luz de la bondad y del amor, de la fraternidad y de la paz, de la confianza y de la alegría. —Sed centinelas vigilantes que anuncian que es ya inminente el gran día del Señor. Dad a todos este anuncio para abrir los corazones a la esperanza, para que en vuestro tiempo se concluya el segundo Adviento y todos se preparen a recibir el celeste rocío de la divina Misericordia, que ya está para derramarse sobre el mundo entero. Así, aún en los indecibles sufrimientos del tiempo que vivís, vuestros corazones y vuestras almas pueden abrirse al gozo de este anuncio y a la espera de aquel acontecimiento prodigioso, que vosotros invocáis con gemidos inenarrables: vuelve Señor Jesús!»