Mensaje del 23 de noviembre de 1994 en Lago de Guadalupe (Méjico)
Ejercicios espirituales en forma de Cenáculo con los
Sacerdotes del M.S.M. de Méjico y de El Salvador
Sea grande vuestra confianza.
«Qué contenta estoy de veros auuí reunidos en un continuo Cenáculo de oración y de fraternidad, Sacerdotes de mi Movimiento de Méjico y de El Salvador. Me uno a vuestra oración; os ayudo a crecer en vuestro mutuo amor, porque debéis caminar juntos por la senda dolorosa de la gran tribulación. Amaos como hermanos reunidos por el amor de vuestra Madre Celestial. 1Vivid en la alegría y la esperanza. Sea grande vuestra confianza. Jesús os ama con un amor divino y misericordioso. Ved vuestras grandes dificultades y el abandono en que a menudo os encontráis, a causa de los tiempos dolorosos y difíciles que estáis viviendo. Vuestras naciones se han vuelto paganas; son dominadas por las fuerzas del mal y las masónicas; se han hecho víctimas del materialismo y de la exasperada búsqueda del placer. La ley del Señor es cada vez más violada en todos sus mandamientos. Se atenta de manera disimulada y perversa, al don de la vida; la violencia y el odio se difunden, mientras la impureza se expande como un veneno que lleva la muerte a los corazones y a las almas. Vosotros estáis llamados a ser los instrumentos de la divina misericordia para toda esta pobre humanidad tan alejada de Dios. Por esto os suplico que seáis fieles a vuestro ministerio. Sed testigos esforzados de fe en el tiempo de la gran apostasía, de santidad en momentos de la gran perversión y de amor en la hora de la violencia y del odio, que cada día s§ hace más fuerte. Sea grande vuestra confianza. Soy Madre y quiero derramar el bálsamo de mi amor materno sobre todos mis hijos. Tengo necesidad de vosotros. Por esto os pido que os consagréis a mi Corazón Inmaculado. Porque quiero hacer de vosotros los instrumentos de mi materna misericordia. Tomad en vuestros brazos sacerdotales a mis hijos más necesitados y llevadlos dentro del celeste refugio de mi Corazón Inmaculado. Sostened a los débiles; conducid a los dudosos; convertid a los pecadores; sanad a los enfermos; confortad a los desesperados; llevad a la casa del Padre a los alejados; dad a todos el bálsamo de mi amor materno y misericordioso. Entonces os hacéis vosotros los instrumentos preciosos del triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Sea grande vuestra confianza. El triunfo de mi Corazón Inmaculado está cerca. Me ha consolado la respuesta de amor y de oración que, en esta Nación, recibo de los más pequeños, de los pobres, de los débiles, de los humildes, de los sencillos. En el corazón y en la vida de estos mis pequeños hijos, el triunfo de mi Corazón Inmaculado, ya ha comenzado. Este triunfo continuará de manera cada vez más fuerte, porque América latina es mi propiedad, me pertenece y Yo me manifestaré a todos como Madre potente y misericordiosa. Por esto os invito a salir de este Cenáculo en la paz, en la alegría, y en una gran esperanza. Con vuestros seres queridos, con aquellos que os han sido confiados a vuestro ministerio, os bendigo en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.»