Mensaje del 22 de febrero de 1994 en Bogotá (Colombia)
Fiesta de la Cátedra de San Pedro, Ejercicios espirituales en forma
de Cenáculo, con los Sacerdotes del M.S.M. de América Latina
Sobre la roca de la fe apostólica.
«Hijos predilectos, Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado, qué contenta estoy al veros aquí reunidos en un Cenáculo continuo de oración y fraternidad. Yo estoy presente en medio de vosotros. Yo doy fuerza a vuestra plegaria; vuelvo más profunda vuestra unidad; os ayudo a crecer en el amor recíproco hasta llegar a ser un sólo corazón y una sola alma. Os obtengo el don del Espíritu Santo, que desciende sobre vosotros para confirmaros en vuestro ministerio sacerdotal y haceros Apóstoles de la segunda evangelización. Que sobre la roca de la fe apostólica se fundamente vuestra predicación, para convertiros en valientes testigos de la fe, en estos tiempos de la gran apostasía. No os turbéis al ver que hoy se enseñan los errores abiertamente, se difunden y se siguen. No os desaniméis nunca. Sed ministros fieles del Evangelio de Cristo, proclamando todas las verdades de la fe católica y así seréis una luz encendida sobre el candelera, antorchas ardientes puestas sobre los montes para iluminar estos tiempos de gran oscuridad. Que sobre la roca de la fe apostólica se base vuestro testimonio de unidad y comunión eclesial. Pedro ha recibido de Jesús la misión de ser el fundamento de la Iglesia y de confirmar a toda la iglesia en la Verdad del Evangelio. El Papa sucede a Pedro en este su ministerio de ser el fundamento de la unidad de la Iglesia y el custodio infalible de su Verdad. Sed hoy testigos de amor y unidad con el Papa. Llevad a la grey que se os he confiado, a esta unidad, a fin de que se haga pronto un solo redil bajo un solo Pastor. Amad, sostened y ayudad a vuestros obispos en su difícil y fatigoso ministerio. Que sobre la roca de la fe apostólica florezca vuestra santidad sacerdotal. Sed así ministros fieles de los Sacramentos que os han sido confiados. Sobre todo sed asiduos al ministerio tan precioso y hoy tan descuidado, de la Reconciliación. Haced de Jess Eucarístico el centro de vuestra oración, el sol de vuestra vida, el amor de toda vuestra existencia sacerdotal. Volved a realizar las horas públicas de adoración eucarística, para que Jesús pueda llevar a los corazones y las almas su reino de santidad y de vida. Haceos ahora bálsamo suave que se derrame sobre las heridas abiertas y sangrientas de vuestra santa Madre Iglesia. Ella sentirá así, por medio de vootros, mi consuelo materno y será ayudada a proseguir por el camino doloroso de estos últimos tiempos, para que pueda dar su perfecto testimonio a Jesús. Mi luz resplandecerá cada vez más en todo este gran continente de América Latina, que tanto me ama y que goza de una especial protección de vuestra Madre Celestial. Con vuestros seres queridos, con todos aquellos que han sido confiados a vuestro ministerio, os bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.»