Mensaje del 2 de febrero de 1994 en Sant’Omero (Teramo)
Presentación del Niño Jesús en el Templo
El don de mi confianza
«Hijos predilectos, dejaos llevar en mis brazos matemos al Templo del Señor, para que Yo os ofrezca a la gloria perfecta de la Santísima Trinidad. Por esto os estoy reuniendo de todas partes del mundo; por esto os pido consagraros a mi Corazón Inmaculado; por esto os conduzco cada día por la senda trazada por Mí y os formo ya desde hace años, con el don de mi palabra materna. En vosotros debe ser glorificado el Padre, en el perfecto cumplimiento de su divina Voluntad; en vosotros quiere ser revivido el Hijo, de forma que lleguéis a ser los instrumentos de su Divina Misericordia; en vosotros obra el Espíritu Santo, con la fuerza de su Amor, para haceros capaces de transformar los corazones y las almas. Así, en estos últimos tiempos, llegáis a ser la luz para el que camina en tinieblas; vida para el que yace bajo el yugo del pecado y de la muerte;amor para el que está consumido por el odio y la violencia; consuelo para el que está abrumado por el sufrimiento; bálsamo para las heridas de los pobres y los enfermos;fuerza para la debilidad de los pequeños y de los oprimidos. De este modo podéis comunicar a todos el don de mi confianza. —Sed el don de mi confianza para la Iglesia, hoy tan enferma y dividida, pisoteada y oprimida, que sube al Calvario de su dolorosa pasión. Nunca como en vuestros tiempos la Iglesia tiene necesidad de experimentar la ternura y la piedad de su Madre Celestial. Yo quiero ejercitar mi función materna hacia la Iglesia a través de vosotros. Amad a la Iglesia con el latido de mi Corazón Inmaculado: enjugad su sudor, sanad sus heridas, aliviad su dolor, compartid su sufrimiento,ayudadla a llevar su pesada Cruz hacia el Calvario de su inmolación. Estad junto al Papa y a vuestros Obispos con la oración y con vuestro amor filial. Sostened a los hermanos Sacerdotes, sobre todo corred al encuentro de los más débiles, de los más frágiles, de aquellos que sucumben bajo el peso de las grandes dificultades de estos últimos tiempos. Sed vosotros la mano delicada y misericordiosa de vuestra Madre Celestial que se inclina para poner bálsamo sobre las heridas de los pecadores, de los alejados, de los pobres, de los marginados, de los oprimidos, de los abandonados. Entonces haceos vosotros mismos el don de mi confianza para la Iglesia de estos vuestros tiempos. —Sed el don de mi confianza para toda esta pobre humanidad. Ayudadla a volver a Dios por el camino de la oración y de la penitencia. El camino de la conversión es el único que debe recorrer para alcanzar la salvación y la paz. Pero ahora entráis en los tiempos decisivos para los que os he preparado desde hace tantos años. Cuántos serán arrollados por el terrible huracán que ahora ya se ha abatido sobre la humanidad. Este es el tiempo de la gran prueba; éste es mi tiempo, hijos consagrados a mi Corazón Inmaculado. Yo quiero manifestarme por medio de vosotros y daros a todos el don de mi confianza, sobre todo cuando vengan los días de la gran desolación y de una general desesperación. Por esto os pido que os dejéis llevar en mis brazos maternos al templo de la gloria del Señor, para volveros luz de esperanza para todos, al difundir por doquier el don de mi confianza en estos vuestros últimos tiempos.»