Mensaje del 2 de abril de 1994 en Capoliveri (Livomo)
Sábado Santo
El sábado que está para terminar.
«Pasad este día Conmigo, hijos predilectos, y abrid vuestros corazones a la esperanza. Mi hijo Jesús, reposa hoy en su sepulcro nuevo. Es el único día que me he quedado sin mi Hijo. Es el primer día de mi nueva y universal maternidad. Es el día que precede a la fiesta más grande: ¡la Pascua! En ella se recuerda la salida del pueblo elegido de la larga esclavitud pasada en Egipto. Es el paso del Angel del Señor, que hiere a los primogénitos de los egipcios y salva las casas de los hebreos, señaladas con la sangre del cordero. El verdadero Cordero de Dios ha sido ahora inmolado sobre la Cruz. Su sangre ha descendido sobre las casas de todos y ha redimido a la humanidad entera. El Cordero inmolado por vosotros ahora yace en su sepulcro nuevo. La Madre vela en el dolor y el llanto, en la fe y la oración, en el amor y la esperanza. Este día fue dedicado en la Iglesia a una especial veneración de vuestra Madre Celestial, porque en él la tumba se transformó en una cuna, en la que fue depositada la humanidad redimida y desde ahora nacida a una nueva vida divina. Mi Corazón Inmaculado se abre para acoger aquí a todas mis nuevas criaturas. Las lágrimas se abren a la sonrisa, el dolor a la alegría, la esperanza a la certeza más grande. Dentro de pocas horas mi hijo Jesús saldrá triunfante del sepulcro, vencedor del pecado y de la muerte. Es el sábado que prepara el día radiante de,la Resurrección. Es el dolor que lleva a la alegría. Es la muerte que se abre a la vida. Es el sábado que está para terminar. En su sepulcro yace todavía la humanidad corrompida por el pecado, esclava de Satanás, herida por el mal, oprimida bajo el yugo de una gran esclavitud. Se acerca la hora en la cual Jesús, que ha resucitado y subido a la diestra del Padre, retomará a vosotros sobre las nubes del cielo, en el esplendor de su gloria divina, dando así perfecto cumplimiento a la Obra de la Redención.»