Mensaje del 15 de septiembre de 1994 en Saskatoon (Canadá)
Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores
Mi alma traspasada.
«’’Una espada te atravesará el alma”. Estas palabras que dijo el anciano Simeón, en el momento en el que ofrecía al Señor a mi pequeño Niño, se han cumplido durante el curso de toda la vida terrena de mi hijo Jesús. Desde la infancia insidiada a su juventud escondida; desde la vida pública que suscitó tanta oposición hasta la condena al patíbulo; desde la subida al Calvario a la muerte en la Cruz: toda la vida de Jesús ha sido un perenne cumplirse de esta profecía. Así ha sido también para la Iglesia, cuurpo místico de mi hijo Jesús. Durante su camino terreno, en el curso de su historia tejida de dolor y de sangre, ¡cuántas veces mi alma ha sido traspasada por la espada! Pero sobre todo en estos últimos tiempos, vuestra Madre Celestial tiene el alma traspasada por inmensos dolores. Mi alma es traspasada por el dolor de toda esta pobre humanidad, que se ha alejado de su Señor, para seguir los ídolos del placer y del bienestar, del orgullo y del dinero, del odio y de la impureza. ¡Qué grande es el peligro de que ella pueda llegar a destruirse con sus propias manos! Ahora como Madre preocupada, Yo intervengo para conducirla por la vía de la conversión y de la penitencia, del retomo al Señor y de su salvación. Pero mis extraordinarias intervenciones no son acogidas, al contrario son a menudo obstaculizadas y abiertamente rechazadas. Mi alma es traspasada al ver mi Iglesia postrada bajo el peso de una dolorosísima agonía. En ella se difunden cada vez más los errores que llevan a la pérdida de la fe; el pecado seduce las mentes y los corazones de tantos de mis hijos. Muchos ceden a las lisonjas del placer y caen bajo la esclavitud de Satanás, que ha conseguido seducir la tierra entera. Mi Papa se ve cada vez más aislado, escarnecido, criticado y abandonado; muchos Obispos y Sacerdotes recorren el camino de la infidelidad y languidecen como luces ya extinguidas; tantos lobos rapaces, con apariencia de corderos, entran para hacer estragos en el redil de mi Hijo Jesús. Ahora la Iglesia está llamada a vivir las horas de su pasión y de su inmolación cruenta. Mi alma es traspasada por tantas almas que se pierden y cada día van al infierno. Ayudadme a salvarlas. Ayudadme con la oración, con el sufrimiento, con vuestro amor, con vuestra fidelidad. Por esto os pido que multipliquéis vuestros Cenáculos de oración en el tiempo conclusivo de la gran tribulación. Así me ayudáis a salvar a tantos pobres hijos míos, que caminan hacia su eterna perdición. Mi alma es traspasada al ver en qué situación ha caído esta gran Nación en que te encuentras. Ella se ha vuelto pagana, víctima del materialismo y de la exasperada búsqueda del placer. La ley de Dios cada vez es más violada y se atenta cada día contra el don de la vida con los innumerables abortos que se cometen. Grita a todos, con voz fuerte, mi inmenso dolor. Anuncia, sin temor, que el gran castigo ya ha comenzado y que para ser salvados, debéis entrar los más pronto posible en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. Aquí seréis consolados por Mí y vosotros mismos daréis consuelo a mi alma, que sobre todo en estos tiempos, es aún traspasada por inmensos dolores.»