Mensaje del 13 de febrero de 1994 en Ilobasco (El Salvador)
A los pobres colmo de bienes.
«Has visto también aquí mi mayor triunfo y te has quedado 1018asombrado, mi más pequeño niño, porque ves cómo, en todas partes del mundo, Yo soy acogida con amor, con alegría y con gran entusiasmo por todos los pequeños, los sencillos, los pobres. Con una intervención mía personal y particular, me estoy formando por doquier este mi ejército, para combatir la parte final de la batalla y obtener mi mayor victoria. Con qué alegría veo Yo a mis pequeños niños, acudir de todas partes al jardín celestial de mi Corazón Inmaculado. Ya ha llegado la hora. Todavía una vez más, por boca de los niños y de los lactantes, el Señor vencerá el tumultuoso estruendo de los adversarios y reducirá a la nada la potencia de todos sus enemigos. Así, como hace el Señor, también Yo, vuestra Madre Celestial, a los pobres colmo de bienes. A los pobres colmo del bien precioso de la gracia de Dios y de la plena comunión de vida con Él. A ellos concedo el don de la humildad de la mente, de la simplicidad del corazón, de forma que puedan acoger con amor su divina Palabra. Hoy el Evangelio de Jesús puede ser creído y vivido no por los grandes ni los soberbios, sino sólo por los pequeños y por los pobres. En estos tiempos de la grande apostasía, los pobres de espíritu obtienen de vuestra madre Celestial, el bien inestimable de permanecer siempre en la verdadera fe y de seguir con docilidad toda la Verdad del Evangelio. A los pobres colmo del bien del amor y de la bondad. i Cuánta maldad existe hoy entre los ricos! Qué grande es el egoísmo que se difunde entre aquellos que sólo buscan el bienestar y quieren construir una sociedad fundada sobre la mayor posesión de bienes materiales. Los pobres han recibido de Mí el gran don de estar despegados de ellos, de vivir confiándose a la bondad de la divina Providencia, de saber dar a los otros parte de lo poco que poseen, de acoger a todos con la bondad de los siervos del Suñor. A los pobres colmo del bien de una particular predilección del Señor. El Señor observa a los pobres con la misma complacencia de que me ha rodeado, como su más pequeña y pobre sierva. A los pobres se comunica el Espíritu Santo con una abundancia inagotable. Porque sólo de los pobres puede recibir la Santísima Trinidad su alabanza y su perfecta gloria. En esta Nación donde mi Adversario ha conseguido seducir a tantos de mis hijos con el peligroso error de la teología de la liberación, Yo formo mi ejército con todos mis pobres y pequeños hijos. Por esto obro Yo de manera fuerte, para construir mi triunfo en los corazones y en las almas. Por esto soy particularmente amada y glorificada. Por esto extiendo sobre esta Nación la plenitud de mi asistencia materna y de mi inmaculada protección.»