Mensaje del 15 de Septiembre de 1993 en Tokio (Japón)
Fiesta de N- Sra. de los Dolores. Ejercicios Espirituales en forma de
Cenáculo con Sacerdotes japoneses del M.S.M.
Causa de mi gran dolor.
«Hoy os veo aquí reunidos, hijos predilectos de mi Movimiento Sacerdotal Mariano del Japón, en este Cenáculo de oración y de fraternidad, y vosotros consoláis mi gran dolor. Causa de mi gran dolor son todos estos mis pobres hijos, que viven todavía inmersos en la tiniebla del paganismo y no conocen la verdad del Evangelio. En esta gran Nación, casi todos se encuentran todavía alejados de la fe de Jesucristo, que ha venido al mundo para ser vuestro único Salvador y vuestro único Redentor. También de todos estos paganos yo soy la Madre preocupada y ansiosa de su salvación. Cultivo en sus corazones semillas de vida y de bondad; les ayudo a observar la Ley que el Señor ha esculpido en lo íntimo de cada hombre; solicito sus mentes al deseo de la Verdad y así los conduzco dulcemente al encuentro con mi hijo Jesús. Y será obra extraordinaria de mi Corazón Inmaculado su plena y total adhesión al Evangelio. Causa de mi gran dolor es mi Iglesia que, en todas partes del mundo, pasa a través del Getsemaní doloroso y sangriento de su gran tribulación. Has visto, mi pequeño hijo, como también aquí en Japón, la Iglesia es amenazada por la pérdida de la fe, por la cada vez más extendida y solapada difusión de los errores; y desgarrada en su unidad por la contestación y oposición al Papa y a su magisterio universal; es obscurecida en su santidad con la propagación de los pecados y de los sacrilegios. Así es paralizada y muy fuertemente debilitada en su impulso de evangelización. Causa de mi gran dolor es la dureza de vuestros corazones y la incapacidad de acoger cuanto vuestra Madre Celestial os pide. Cuántas veces he hablado y no he sido escuchada. He dado signos extraordinarios de mi materna intervención y no he sido creída. ; Cuántos me han cerrado la puerta del propio corazón y no me han querido acoger como Madre de su vida! Precisamente en esta Nación os he dado un signo extraordinario, haciendo descender, por más de cien veces, copiosas lágrimas de los ojos de una estatua mía, en la que estoy representada como Madre Dolorosa bajo la Cruz de mi hijo Jesús. Y os he dado también tres mensajes para advertiros de los grandes peligros que corréis. Ahora os anuncio que ha llegado el tiempo de la gran prueba, porque en estos años se realizará todo cuanto os he predicho. La apostasía y el gran cisma en la Iglesia está para cumplirse y el gran castigo que os he anunciado en este lugar está ya a las puertas. Descenderá fuego del cielo y gran parte de la humanidad será destruida. Aquellos que sobrevivan envidiarán a los muertos, porque por todas partes habrá desolación, muerte y ruina. Por esto todavía una vez más te he querido aquí, mi pequeño niño: porque debes decir a todos que la hora del castigo ha llegado y que, para ser protegidos y salvados debéis entrar todos lo más pronto posible en el refugio seguro de mi Corazón Inmaculado. Volved a vuestras casas, mis hijos predilestos, y llevad a todos este mi mensaje, como una suprema llamada de vuestra Madre Celestial que os llama a todos y os recoge bajo su manto, para ser consolados y defendidos por Ella durante las pruebas dolorosas de estos vuestros últimos tiempos.»