Mensaje del 15 de marzo 1993 en Fátima (Portugal)
Te he querido aquí.
«Hoy os invito a venir espiritualmente aquí, mis hijitos predilectos, a la pobre Cova de Iría en Fátima, donde Yo he aparecido para ser Luz en vuestro camino, en este período de tiempo que estáis viviendo. Por esto todavía te he querido aquí, mi pequeño niño, a mis pies, en el mismo lugar donde Yo he hecho surgir esta gran obra de mi Movimiento Sacerdotal Mariano. T e he querido aquí, para acoger de tus manos, esta mi Obra, que ya se ha difundido en todo el mundo, y por medio de la que me llega de todas partes el homenaje de Sacerdotes predilectos y de mis hijos que se consagran a mi Corazón Inmaculado. Esta respuesta generosa, que Yo recibo, especialmente de los pequeños, de los pobres, de los sencillos, de los humildes, da mucha alegría a mi Corazón materno y consuela mi gran dolor. Te he querido aquí, para decirte que ahora debéis entrar todos lo más pronto en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. Como Noé, en nombre del Señor, invitaba a subir en el arca a los que debían salvarse del diluvio, así ahora tú, mi pequeño, en nombre de tu Madre Celestial debes invitar a entrar en el refugio de mi Corazón Inmaculado a aquellos que deben ser protegidos, defendidos y salvados de la gran prueba que ya ha llegado para la Iglesia y para toda la humanidad. Te he querido aquí, porque debes comunicar a todos, que ya, desde este año, habéis entrado en los acontecimientos que os han sido predichos por Mí y que están contenidos en la tercera parte del secreto, que todavía no os ha sido revelado. Ahora será hecho patente por los mismos acontecimientos que están para suceder en la Iglesia y en el mundo. Mi Iglesia será sacudida por el viento impetuoso de la apostasía y de la incredulidad, mientras aquel que se opone a Cristo entrará en su interior, llevando así a cumplimiento la abominación de la desolación que os ha sido predicha por la Divina Escritura. La humanidad conocerá la hora sangrienta de su castigo: será herida por el flagelo de las epidemias, del hambre y del fuego; mucha sangre será esparcida en vuestras calles; la guerra se extenderá por doquier, llevando al mundo una devastación inconmensurable. Todos vosotros mis pobres hijos, deberéis llevar el peso de grandes sufrimientos y de indecibles dolores, porque se hará manifiesto a todos el gran milagro de la Divina Justicia y de la Misericordia. Por esto hoy, desde mi Santuario de Fátima, renuevo la urgente invitación a refugiaros en Mí, con vuestra consagración a mi Corazón Inmaculado, y a multiplicar por doquier los Cenáculos de oración que Yo os he solicitado, entre los sacerdotes, los pequeños, los jóvenes y en las familias. No tengáis miedo. No os dejéis atrapar del desánimo. Yo estoy siempre con vosotros. Te he querido aquí, porque debes anunciar a todos que ha llegado el tiempo en que me haré manifiesta, de manera extraordinana, a todos aquellos que se han consagrado a Mí y que forman parte de mi ejército victorioso. Desde este lugar, donde Yo he aparecido como la Mujer vestida del Sol, para ser vuestra Luz en estos años tenebrosos de la gran tribulación, os bendigo a todos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.»