Mensaje del 10 de abril 1993 en Rubbio (Italia)
Sábado Santo
Junto a cada sepulcro.
«Vivid Conmigo en oración, en el silencio y la espera, junto al sepulcro, donde reposa el Cuerpo exánime de mi Hijo Jesús. Hijos predilectos, vivid junto a Mí en este día de mi dolor inmaculado. Es el día de mi nueva y espiritual maternidad. Es el único día que he permanecido sin mi Hijo. Es el primer día en que me siento llamada a hacer de Madre para vosotros, para la Iglesia y para toda la humanidad. Desde hoy, como Madre, estoy junto a cada sepulcro, en el que se deposita cada nuevo hijo mío. Estoy junto al sepulcro, donde reposan millones de niños inocentes, que jamás han nacido a la vida, porque fueron muertos en el seno de sus madres. Dentro del nuevo sepulcro, donde se ha sepultado el Cuerpo de mi Hijo, Yo veo reunidos a todos estos innumerables sepulcros, y copiosas lágrimas descienden del rostro de una Madre que llora a todos sus niños, muertos de manera tan inhumana y cruel. Estoy junto al sepulcro, donde yacen todas las víctimas del odio, de la violencia, de las guerras y que son sepultados en fosas comunes, sin siquiera un gesto de humana piedad. Estoy junto al sepulcro, donde reposan en el sueño de la muerte todos mis hijos pecadores, pobres, enfermos, marginados, perseguidos, oprimidos y pisoteados. Estoy junto al sepulcro, que recoge los despojos mortales de mis hijos sacerdotes, de los religiosos, de aquellos que han consagrado la vida al servicio de mi hijo Jesús. Junto a todo sepulcro hoy quiero velar junto a vosotros, mis predilectos, en el dolor y en la oración. Desde este sábado santo, todos los días descienden lágrimas copiosas de mis ojos matemos y misericordiosos, para llorar sobre cada nuevo hijo mío que es conducido al sepulcro. Pero junto a todo sepulcro, velo sobre todo en la esperanza y en la espera. Desde cuando mi hijo Jesús salió del sepulcro vivo y victorioso de la muerte y del infiemo, Yo espero con confianza el momento en que también todos mis hijos saldrán de sus sepulcros para participar para siempre en la vida inmortal, que Jesús ha obtenido con su muerte y su resurrección.»