Mensaje del 15 de septiembre de 1992 en Sant’Homero (Teramo)
Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores
La hora de mi gran dolor.
«Hijos predilectos, permaneced hoy Conmigo, vuestra Madre Dolorosa, que os ha engendrado bajo la Cruz, en la que ha muerto mi Hijo Jesús por vuestra salvación. Soy la Madre del Dolor. Entrad hoy en el profundo misterio de mi desolación, para comprender como mi espiritual y universal maternidad se ejercita sobre todo en el amor y en el dolor. En el amor hacia todos vosotros, hijos míos. En el dolor por vuestros dolores, por los graves peligros que os amenazan, por los muchos sufrimientos de estos últimos tiempos de la gran tribulación. Por esto los días que estáis viviendo, señalan también la hora de mi gran dolor. — Es la hora de mi gran dolor por la Iglesia, hija mía amadísima. ¡Cuánto sufre la Iglesia en estos tiempos mientras lleva su gran Cruz y sube al sangiento Calvario de su pasión y de su cruenta inmolación! Nunca como hoy la Iglesia ha sido hecha en todo semejante a mi Hijo Jesús. Es semejante a Él en la soledad y en el abandono; es semejante a Él en la negación y en la traición; es semejante a Él en el vilipendio y en la condena; es semejante a Él en la crucifixión y en su agonía. Ésta es la hora de mi gran dolor por la Iglesia, porque ha llegado la hora de su pasión redentora. — Es la Hora de mi gran dolor por la humanidad, tan enferma y esclava de los espíritus del mal. Las Potencias diabólicas dominan la tierra y llevan a todas partes el fruto malvado de su tenebroso dominio. De este modo esta humanidad vuelve a ser pagana, después de casi dos mil años de su Redención y del primer anuncio del Evangelio de Salvación. La incredulidad y la impiedad la recubren; los pecados la hieren; el mal la envenena; el orgullo la domina; la impureza la seduce; el egoísmo y el odio la encadenan; Satanás la esclaviza cada vez más y reina sobre ella con su diabólico poder. Esta es la hora de mi gran dolor por toda esta pobre humanidad, dominada por los espíritus del mal, porque ha llegado ya para ella la hora de su gran castigo. — Es la hora de mi gran dolor por vosotros, hijos míos. ;En estos días, qué pesada se hace la carga de vuestro sufrimiento! Miro, con ojos llorosos, a los niños conducidos precozmente a la experiencia del mal y del pecado; a los jóvenes engañados y traicionados por la sociedad en la cual viven, a los cuales se les proponen falsos valores y han resultado ya víctimas de la impureza y de la droga; a las familias divididas y destruidas; a los pobres que mueren de hambre; a los desgarrados y muertos en las guerras; a los enfermos a los que se les niega cura y asistencia; a los abandonados, a los solos, a los desesperados, a los agonizantes, a los moribundos. Como Madre estoy hoy junto a cada uno de los que gimen bajo el peso de su cruz. No os abandono nunca; estoy con vosotros sobre todo en el momento en que la necesidad se hace cada vez mayor. Ésta es la hora de mi gran dolor, por todos vosotros mis pobres hijos, porque ha llegado el tiempo de vuestro gran sufrimiento. Refugiaos en Mí. Corred al seguro refugio de mi Corazón Inmaculado, porque debemos vivir juntos la hora de la mayor prueba, que ya ha llegado para vosotros, para la Iglesia y para toda la humanidad.»