Mensaje del 8 de junio de 1991 en Dongo (Italia)
Fiesta del Corazón Inmaculado de
María Apóstoles de los últimos tiempos.
«Hoy celebráis la memoria litúrgica de mi Corazón Inmaculado. Es vuestra fiesta, mis predilectos e hijos a Mí consagrados. Habéis sido escogidos por Mí y llamados a formar parte de mi ejército victorioso. Formáis parte de Mi propiedad. Tengo un gran designio sobre vosotros. Este mi designio, os ha sido revelado en cada detalle. Ahora debe ser manifestado a la Iglesia y a la humanidad en todo su esplendor, porque estos son los tiempos de vuestra madurez y de vuestro testimonio público. Mostraos a todos como mis consagrados, como los Apóstoles de estos últimos tiempos. Como Apóstoles de los últimos tiempos, debéis anunciar con valentía todas las verdades de la fe católica, proclamar con fuerza el Evangelio, desenmascarar con decisión las herejías peligrosas, que se disfrazan de verdades, para engañar mejor las mentes y de este modo alejar de la verdadera fe a un gran número de hijos míos. Como Apóstoles de los últimos tiempos, debéis oponeros con la fuerza de los pequeños, a la soberbia fuerza de los grandes y de los doctos, quienes seducidos por una falsa ciencia y por la vanagloria, han desgarrado el Evangelio de Jesús, proponiendo de él una interpretación racional, humana y totalmente equivocada. Han llegado los tiempos predichos por San Pablo, en los que, muchos anuncian unas doctrinas falsas y peregrinas y así la gente corre detrás de estas fábulas y se aleja de la verdad del Evangelio. Como Apóstoles de los últimos tiempos, debéis seguir a Jesús por el camino del desprecio del mundo y de vosotros mismos, por el camino de la humildad, de la oración, de la pobreza, del silencio, de la mortificación, de la caridad, de una unión más profunda con Dios. Sois desconocidos y despreciados por el mundo y por los que os rodean, con frecuencia sois obstaculizados, marginados y perseguidos, porque este sufrimiento es necesario a la fecundidad de vuestra misma misión. Como Apóstoles de los últimos tiempos, ahora debéis iluminar la tierra con la Luz de Cristo. Mostraos a todos como hijos míos, porque Yo estoy siempre con vosotros. Que la fe sea la Luz que os ilumine, en estos días de apostasía y de gran oscuridad, y que sólo os consuma el celo por la gloria de mi hijo Jesús, en estos tiempos de una tan gran infidelidad. Como Apóstoles de los últimos tiempos, os corresponde a vosotros la misión de realizar la segunda evangelización, tan pedida por mi Papa Juan Pablo II. Evangelizad la Iglesia, que se ha alejado del Espíritu de Cristo y se ha dejado seducir por el espíritu del mundo, que ha penetrado profundamente en ella y la ha invadido totalmente. Evangelizad la humanidad, que se ha vuelto pagana después de casi dos mil años desde el primer anuncio del Evangelio. Evangelizad a todos los hombres, que se han convertido en víctimas de los errores, del mal, del pecado y se dejan arrastrar por el viento impetuoso de todas las falsas ideologías. Evangelizad los pueblos y las naciones de la tierra, inmersos en la tiniebla de la negación práctica de Dios, mientras se postran ante el culto del placer, del dinero, de la fuerza, del orgullo, de la impureza. Han llegado vuestros tiempos y Yo os he formado en estos años para que podáis dar ahora vuestro fuerte testimonio de discípulos fieles de Jesús, hasta derramar vuestra propia sangre. Cuando desde todas las partes de la tierra, todos vosotros, mis pequeños hijos, deis este testimonio de Apóstoles de los últimos tiempos, entonces mi Corazón Inmaculado tendrá su mayor triunfo.»