Mensaje del 8 de diciembre de 1991 en Milán
Fiesta de la Inmaculada Concepción
La puerta que se abre.
«Alegraos, hijos predilectos, con todo el Paraíso que contempla hoy en la Luz divina de la Santísima Trinidad, el esplendor de vuestra Madre Celeste. Soy la Inmaculada Concepción. Soy purismo reflejo de la Luz, del Amor y de la Santidad de Dios. Soy toda hermosa: tota pulchra. Sólo así he podido estar dispuesta a cumplir con mi virginal y maternal designio de ser la Puerta del cielo: Janua coeli. —Soy la puerta que se abre a la esperanza. En el mismo momento en que toda la humanidad, por el pecao cometido por sus Progenitores, conoce la hora de la derrota y de la muerte, por causa de la victoria de la serpiente, Yo fui anunciada como Puerta que se abre para hacer bajar la esperanza al mundo: “Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la Suya. Ella te aplastará la cabeza, mientras tu acecharás su talón.” — Soy la puerta que se abre a mi don más grande, cuando con mi colaboración maternal, llega a vosotros el Redentor, vuestro Salvador, en el momento del nacimiento de mi hijo Jesús. El es mi descendencia victoriosa, que aplastará para siempre la cabeza de la serpiente y obtendrá su victoria definitiva sobre Satanás, sobre el mal y sobre la muerte. Soy la Madre del primer Adviento, porque soy la puerta del cielo, a través de la cual pasa Jesús, para llegar a vosotros en la fragilidad y la humildad de la naturaleza humana. — Soy la puerta que se abre para vuestra salvación, porque todos vosotros debéis pasar a través de ella, para llegar a vuestro encuentro personal con el Señor. Por eso, mi hijo Jesús me ha constituido verdadera Madre de toda la humanidad. Sólo si pasáis a través de esta mi Puerta, podréis llegar al jardín celestial de la mortificación y de la penitencia, de la fe y de la oración, de la humildad y de la pureza, de la caridad y de la santidad. Y en esta maternal propiedad mía, Jesús experimenta cada día el gran gozo de encontrarse con vosotros. Jesús se comunica a vosotros con su Gracia, os ilumina con su Palabra; os asimila con su real Presencia Eucarística: os llena el alma con su esplendor divino; lleva vuestros corazones a la plenitud del gozo y de la paz. — Soy la Puerta que se abre a la nueva era que os espera y que está por llegar al mundo. Por eso, en estos tiempos vuestros, Yo soy llamada a ser la Madre del segundo Adviento. Así como Jesús, por medio mío, llegó a vosotros en la fragilidad y en la humildad de su naturaleza humana, así nuevamente por medio de Mí, Jesús regresará a vosotros en el esplendor de su gloria, para instaurar su Reino en el mundo. Mi presencia ante vosotros debe hacerse ahora más fuerte, continua y extraordinaria. Con ella quiero anunciaros que debéis levantar la cabeza del pesado yugo de la gran tribulación que estáis viviendo, porque vuestra liberación está cerca. Soy la Puerta que se abre sobre los tiempos nuevos que os esperan. Entrad todos en mi Corazón Inmaculado con vuestra consagración. En este tiempo del segundo adviento, vigilad en la oración y en la confianza y esperad con las lámparas encendidas, en la Puerta del cielo de vuestra Madre Celeste, el cercano regreso del Señor Jesús en gloria.»