Mensaje del 4 de mayo de 199 en Milán
Primer Sábado de mes
Los tiempos de vuestro testimonio.
«Con este primer Sábado del mes de Mayo, iniciáis el período de tiempo que se dedica a mi particular veneración. En este mes de Mayo os quiero más unidos a Mí, para haceros crecer en vuestra vida de consagración, hasta la plena madurez. Han llegado los tiempos de vuestra madurez. Estos son los tiempos de vuestro testimonio. Dad a todos el testimonio de que estáis consagrados a Mí. Que vuestra vida sea iluminada por mi presencia materna y difundid alrededor vuestro el carisma de mi santidad, de mi pureza, de mi misericordia, de mi caridad, de mi ternura. Los que os ven a vosotros tienen que ver el poder de mi luz; los que se encuentran con vosotros deben encontrar el bálsamo suave de mi misericordia. Dad mi ayuda a los alejados, a los pobres, a los enferms, a los pecadores, a los desesperados. Venid Conmigo, vuestra materna Pastora, en busca de tantas ovejitas descarriadas que corren el peligro de morir de hambre y de frío. Dad a todos el testimonio de que camináis Conmigo por la senda de la fe. En estos últimos tiempos, los errores se propagan de una manera tan amplia y profunda, que vosotros ni siquiera lo podéis imaginar. Muchos pierden la fe y la apostasía se extiende más y más en la Iglesia, como un cáncer terrible que se ha difundido en todos sus miembros. Vosotros estáis llamados a seguirme por el camino de la fe, heroica y pura. Yo os doy el don de manteneros en la integridad de la fe, para que podáis iluminar a mis hijos, en estos tiempos de gran oscuridad. Por eso, os pido que permanezcáis fuertemente unidos al Papa, que recibió de Jesús la misión de confirmar a todos en la verdad de la fe católica. Dad a todos el testimonio de que camináis Conmigo por la senda de la oración. La oración es la fuerza de la Iglesia, la oración es necesaria para vuestra salvación. La oración hecha Conmigo os puede alcanzar el don del segundo Pentecostés. Sólo con la oración podéis entrar en la nueva era que os espera. En consecuencia, os invito a llamar a todos a la orasión. Multiplicad los Cenáculos de oración que os he pedido. Quiero que vosotros los Sacerdotes seáis los primeros en dar ejemplo de participar en estos Cenáculos. Luego, también pido, que en estos tiempos decisivos, se difundan los Cenáculos entre los niños, entre los jóvenes y en las familias. Ha llegado la hora en la que toda la Iglesia debe recogerse en oración Conmigo, en el Cenáculo espiritual de mi Corazón Inmaculado. Dad a todos el testimonio de que camináis Conmigo por el camino de la santidad. Mi Corazón Inmaculado debe ser honrado y glorificado por la Iglesia y por toda la humanidad. Por esto, quiero llevaros a una gran santidad. Así por medio vuestro, pequeños niños a Mí consagrados, toda la Iglesia podrá ser iluminada y transformada por la misma santidad de vuestra Madre Celestial. Os llevo por el camino de la perfecta imitación de Jesús, de la pequeñez y de la humildad, del desprecio del mundo y de vosotros mismos, del ejercicio heroico de todas las virtudes, de un gran amor a la Santísima Eucaristía. Estáis ya dentro de los tiempos decisivos, que os llevan a la nueva era. Estáis dentro de mis tiempos. En estos días de gran oscuridad, vuestra luz resplandecerá cada vez más fuerte, hasta llegar a envolver con sus rayos y a iluminar a las almas, a la Iglesia y a toda la humanidad».