Mensaje del 31 de diciembre de 1991 en Rubbio (Italia)
Última noche del año
Postraos Conmigo.
«Hijos predilectos, velad Conmigo en la oración y en el recogimiento. Pasad así las últimas horas de este año que ha sido marcado por unos acontecimientos graves e importantes para el destino de toda la humanidad. Postraos Conmigo en un acto de adoración profunda a Jesús Eucarístico. Su presencia real entre vosotros en la Eucaristía, custodiada con amor en todos los tabernáculos de la tierra, es luz en vuestro camino, es alivio para la fatiga, es bálsamo sobre las heridas, es alegría en el dolor, es paz en la tribulación, es la aurora que da inicio al nuevo día de vuestra humana existencia. Postraos Conmigo en un acto de gran gratitud, por todos los beneficios, que os han sido otorgados, por el Amor y la Providencia de vuestro Padre Celestial. Es el Padre quien dispone para vosotros cada minuto de vuestra vida, como expresión de su amor y de su Divina Misericordia. Vosotros vivís en el tiempo para realizar su gran designio de amor. Incluso cuando vosotros os alejáis de El, El Jamás os abandona, sino que prepara, espera y lleva a cabo vuestro retorno. Su Divina Misericordia es un rocío celestial que desciende para hacer fecunda la aridez de este mundo y para hacer germinar en santidad y en vida, el desierto en que vivís. Ahora entráis en los tiempos en los cuales se manifestará a todos el milagro de la Divina Misericordia. Mirad como la humanidad yace postrada y herida, lacerada y derrotada, amenazada y golpeada, enferma y moribunda. Ella no puede levantarse por sí sola, si una gran misericordia no la levanta. Se acerca el momento en el cual el Padre Celestial la tomará en sus brazos, la levantará del mal, la sanará y la llevará Consigo a su jardín de delicias. Postraos Conmigo en un acto de reparación intensa, por las innumerables ofensas hechas al Espíritu del Padre y del Hijo, que gime en vosotros con gemidos inenarrables. ¡Cuánto mal se hace aún cada día en el mundo! La Ley de Dios es violada abiertamente; su Nombre es blasfemado; su día es profanado. Ya no se respeta el valor de la vida: el número de los abortos aumenta cada vez más; se extienden los homicidios y los delitos, los odios y las violencias; las guerras estallan de improviso, crueles y sangrientas, amenazando la paz de la humanidad entera. ¡Cuántos son los pecados contra el Espíritu Santo que hoy se cometen! Oremos juntos con humildad y confianza, para invocar el Don del Espíritu Santo para que descienda como rocío, para purificar la tierra y renovar el mundo entero. No paséis las últimas horas de este año en el estrépito y la disipación. Postraos Conmigo, en oración de adoración, de gratitud y de reparación, para alcanzar del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que sea abreviado el tiempo de la gran tribulación que ahora estáis viviendo, para entrar en la nueva era que ya os espera.»