Mensaje del 26 de junio de 1991 en San Marino
Ejercicios Espirituales, en forma de Cenáculo, con los Sacerdotes
del M.S.M. de América y Europa
Me manifiesto en vosotros.
«Hijos predilectos, también este año,os he llamado aquí arriba, a este monte, para pasar juntos Conmigo, una semana de Cenáculo continuo. Y vosotros habéis respondido de una manera muy generosa. Habéis venido de todas partes de Europa y de muchas Naciones de América, ofreciéndome las incomodidades de unos largos y fatigosos viajes. Yo estoy siempre con vosotros. Me uno a vuestra oración; construyo entre vosotros una más perfecta hermandad. Os ayudo a conoceros, a comprenderos, a amaros, a avanzar juntos por el doloroso camino de estos últimos tiempos. ¿Por qué os he querido aquí una vez más? Porque han llegado los tiempos en que Yo quiero manifestarme a la Iglesia y a la humanidad entera por medio de vosotros. Me manifiesto en vosotros como Capitana de mi ejército, formado por Mí en todas partes del mundo, para combatir contra el gran ejército de los enemigos de Dios, a las órdenes de aquel que se opone a Cristo, es decir: el Anticristo. Mi ejército está formado por los pequeños, por los pobres, por los humildes siervos del Señor, que Yo llamo a entrar en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado, para que puedan recibir en plenitud el don del Espíritu Santo. En el corazón y en el alma de los más pequeños es donde Yo realizo en estos años, mis mayores prodigios. Por eso os he querido otra vez aquí. Para formaros a todos en la pequeñez, en la infancia espiritual, en la pobreza, en la humildad, porque con la debilidad de los pequeños es como Yo venceré la fuerza orgullosa de los grandes. En vosotros me manifiesto como Reina, porque es por medio de vosotros como realizo cada día el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Abrid las puertas de vuestra existencia, para que Yo pueda reinar en vosotros y preparar el camino al Reino glorioso de Cristo. Soy la aurora que anuncia la llegada del gran día del Señor. En vosotros me manifiesto como Profetisa de estos últimos tiempos. Por esto os hablo. Porque sé que soy escuchada, obedecida y seguida por vosotros, hijos míos. Así Yo continúo todavía manifestándome por medio de los mensajes que entrego al corazón de este mi hijo más pequeño. Creed mi palabra. Acoged con docilidad estos mensajes, porque en ellos ya se os ha dicho todo lo que os espera. En vosotros me manifiesto como Madre tierna y Misericordiosa, en estas horas dolorosas de la purificación y de la gran tribulación. Estáis llamados a ser los instrumentos de mi ternura maternal. ¡Amad a todos con mi Corazón de Madre! Por eso Yo quiero manifestarme más y más en vosotros. Porque en vosotros Yo quiero consolar al que sufre, sostener al que es débil, levantar al caído, atraer al Señor al que se ha alejado, convertir a los pecadores, sanar a los enfermos, dar esperanza a todos los desesperanzados. Sed mi bálsamo suave, que se derrama para aliviar los grandes sufrimientos de tantos hijos míos. Caminad por la senda, que, en estos años, os he trazado. Mostraos a todos como mis hijos, mis consagrados, porque Yo estoy siempre con vosotros. Vivid en el desprecio del mundo y de vosotros mismos. Que la fe sea la única luz que os ilumine, en estos tiempos de gran oscuridad. Que os consuma sólo el celo por la gloria de Dios, en estos días de tan vasta aridez. Estáis llamados a ser el nuevo corazón de la nueva Iglesia, que Jesús esta formando, de una manera totalmente misteriosa, en el jardín celestial de mi Corazón Inmaculado. Os agradezco el consuelo que dais, en estos días, al gran dolor de mi Corazón Inmaculado. Con vuestros seres queridos, con las almas que os han sido confiadas, os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.»