Mensaje del 21 de noviembre de 1991 en Cagliari (Cerdeña)
Presentación de la Santísima Virgen María en el Templo
En el templo de mi Corazón Inmaculado.
«Hijos predilectos, vivid en este día el misterio gozoso de mi presentación en el Templo del Señor. Es un misterio de silencio, de ofrecimiento, de oración y de inmolación personal. Soy ofrecida al culto de mi Señor, como víctima de amor, dulce e inmaculada. Pertenezco ya a Él para siempre, gozosa de ponerme a su servicio, en la oración y en el silencio, para su mayor gloria. Para vosotros también, hijos que os habéis consagrado a Mí, ha llegado ya la hora de entrar en el Templo de mi Corazón Inmaculado. —En el Templo de mi Corazón Inmaculado, os formo cada vez más para un silencio profundo. En estos tiempos, en los cuales mi Adversario llega a seducir a la humanidad con las palabras, el estrépito de voces y de imágenes, hace del mundo una nueva torre de Babel, vosotros sois llamados a dar testimonio de profundo silencio. Silencio para acoger solamente la Palabra de Dios; silencio para meditarla en el corazón y guardarla con amor; silencio para vivirla y darla a todos en la luz de su integridad. Entonces hablad con la vida. La vida se convierte en vuestra palabra. Y las almas sedientas la reciben como rocío celestial, que desciende para dar luz y vida en el desierto inmenso de una aridez tan grande. — En el Templo de mi Corazón Inmaculado, Yo os preparo para vuestro ofrecimiento sacerdotal. En estos tiempos de la gran tribulación, sois los llamados a llevar el peso de una cruz muy pesada. ¡Cuántos dolores os esperan! Entonces debéis prepararos para vuestro ofrecimiento sacerdotal, en señal de reparación y de expiación, por la salvación de tantos pobres hijos míos descarriados. Ofreced al Señor toda vuestra vida: vuestro cuerpo, vuestro corazón, vuestra alma, vuestra inteligencia, vuestra voluntad, vuestra libertad. Entonces os convertiréis en víctimas escogidas, preciosas y agradables a Dios, que Yo puedo ofrecerle, para que los tiempos de la gran prueba sean abreviados. — En el Templo de mi Corazón Inmaculado, Yo os llamo a una oración continua. Orad, hijos míos predilectos. Yo quiero de vosotros mucha oración. Transformad vuestro día en un acto de oración incesante. Sed buen ejemplo para todos en el orar. Orad con la oración del corazón. Orad con abandono, con confianza, con perseverancia. Se acercan unos momentos tan difíciles y peligrosos, que sólo pueden salvarse los que acojan mi invitación a orar siempre Conmigo. — En el Templo de mi Corazón Inmaculado, os dispongo para vuestra inmolación sacerdotal. Hay una inmolación espiritual que pido a todos: consiste en aceptar con amor cada circunstancia de vuestra vida como puesta en práctica de la voluntad del Padre Celestial. Haced siempre y en cada momento sólo la Voluntad Divina. Entonces el Padre se complace en vosotros, que dais al Hijo el gozo de hacer en vosotros solamente la Voluntad del Padre. Hay también una inmolación física para la cual os preparo dulcemente como Madre, que hace de su Corazón Inmaculado, en el cual os encierra a todos, el altar sobre el cual seréis inmolados para la salvación del mundo. No os turbéis. Los tiempos fuertes de la purificación, de la gran tribulación y de la apostasía han llegado. Por esto, hoy os invito a todos a entrar en el Templo de mi Corazón Inmaculado para que pueda ofreceros a la perfecta glorificación de la Santísima Trinidad.»