Mensaje del 19 de mayo de 1991 en Berlín (Alemania)
Solemnidad de Pentecostés
La comprensión de la verdad íntegra.
«Hoy os encontráis aquí para pasar la solemnidad litúrgica de Pentecostés, en un Cenáculo continuo de fraternidad y de oración, hecha Conmigo y por medio de Mí. Así se renueva la misma realidad del Cenáculo de Jerusalén, cuando bajo forma de lenguas de fuego, el Espíritu Santo bajó sobre los Apóstoles reunidos en oración con vuestra Madre Celestial. Fue el Primer Pentecostés. Fue el inicio del camino terreno de la Iglesia en la historia de la humanidad. Con la abundancia extraordinaria de sus carismas, el Espíritu del Señor transformó completamente a los Apóstoles de tímidos y miedosos, en valientes testigos de Jesús y de su Evangelio. Con la fuerza poderosa de su acción divina, los llevó a la comprensión de la verdad íntegra, los hizo perfectos testigos de Jesús, hasta el derramamiento de su sangre. Ahora vosotros habéis entrado en los tiempos del Segundo Pentecostés. Por eso es necesario que estos Cenáculos se multipliquen en todas las partes del mundo. Yo pido que toda la Iglesia se recoja en el Cenáculo espiritual de mi Corazón Inmaculado. Entonces, el Espíritu Santo os llevará a la comprensión de la verdad íntegra. Os hará penetrar el secreto de la Palabra de Dios y os dará la Luz de la Sabiduría para comprender todo el Evangelio y todo lo que en él se describe acerca de los tiempos en que vivís. El Espíritu Santo os hará comprender los signos de vuestro tiempo. Son los tiempos predichos por la Divina Escritura como los de la gran apostasía y de la venida del Anticristo. Son tiempos de gran tribulación y de sufrimientos innumerables para todos, que os llevarán a vivir los últimos acontecimientos que preparan la segunda venida de Jesús en gloria. El Espíritu Santo da perfecto testimonio de Jesús y lo proclama Hijo Unigénito, coeterno y consustancial al Padre, Aquél por medio del cual todo ha sido hecho, el Verbo encamado, el Rey del Universo entero que debe volver en gloria para instaurar su Reino en el mundo. El Espíritu Santo prepara los corazones y las almas para la segunda venida de Jesús. Por esto derrama hoy sus carismas, de una manera aún más fuerte y extraordinaria que en el tiempo de los inicios de la Iglesia. De hecho, ya habéis entrado en los últimos tiempos, que os llevarán a la nueva era. La misión del Espíritu es la de preparar la humanidad para su cambio completo, la de renovar la faz de la creación, de formar unos cielos nuevos y una tierra nueva. Por eso os pido que perseveréis con fidelidad en los Cenáculos que Yo os he pedido. Y dejad que el Espíritu Santo os plasme con su dulce y fuerte acción de amor. Sólo así podréis estar preparados para el gran designio que os espera».