Mensaje del 15 de agosto de 1991 en Rubbio (Italia)
Fiesta de la Asunción al Cielo de María Santísima
La nueva era,
«Hoy, hijos predilectos, contempladme en el esplendor de mi Cuerpo Glorioso, elevado a la gloria del Paraíso. Vivid con gozo, con confianza, los últimos tiempos de este segundo Adviento, mirándome a Mí como Signo de esperanza segura y de consuelo. La nueva era que os espera, corresponde a un particular encuentro de amor, de luz y de vida entre el Paraíso, en el cual me encuentro en perfecta bienaventuranza con los Angeles y los Santos, y la tierra en la cual vivís vosotros, mis hijos, en medio de tantos peligros y de innumerables tribulaciones. Es la Jerusalén Celestial, que baja del cielo a la tierra, para transformarla completamente y formar así los cielos nuevos y la tierra nueva. La nueva era hacia la que estáis encaminados, lleva toda la creación a la glorificación perfecta de la Santísima Trinidad. El Padre recibe su mayor gloria de cada criatura, que refleja su luz, su amor, su esplendor divino. El Hijo instaura su Reino de gracia y de santidad, liberando a toda la creación de la esclavitud del mal y del pecado. El Espíritu Santo se derrama en plenitud con sus santos dones, lleva a la comprensión de la Verdad íntegra y renueva la faz de la tierra. La nueva era que Yo os anuncio, coincide con el pleno cumplimiento de la Voluntad Divina, para que se realice finalmente lo que Jesús os ha enseñado a pedir al Padre Celestial: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo.” Es el tiempo en el cual las criaturas cumplen el querer divino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por el cumplimiento perfecto de la Voluntad Divina todo el mundo es renovado, porque Dios se encuentra como en su nuevo jardín del Edén, en el cual puede vivir en compañía amorosa con sus criaturas. La nueva era que ya está por llegar, os lleva a una plena comunión de vida con aquellos que os han precedido y que en el Paraíso gozan de la perfecta felicidad. Ved el esplendor de las jerarquías celestiales, comunicad con los Santos del Paraíso, aliviad los sufrimientos purificadores de las almas que todavía están en el Purgatorio. Experimentad de una manera fuerte y visible, la verdad consoladora de la Comunión de los Santos. La nueva era que Yo os preparo, coincide con la derrota de Satanás y de su dominio universal. Todo su poder es destruido. Es atado, con todos los espíritus malos y, encerrado en el infierno del cual no podrá salir para hacer daño en el mundo. En éste, reina Cristo, en el esplendor de su cuerpo glorioso, y triunfa el Corazón Inmaculado de su Madre Celestial, en la luz de su cuerpo elevado a la gloria del Paraíso. Esta fiesta mía, que os invita a mirar a vuestra Madre Celeste elevada al cielo, es para vosotros un motivo de gozo profundo y de gran confianza. En medio de los sufrimientos innumerables de los tiempos en que vivís, me veis como signo de esperanza segura y de consuelo, porque soy la puerta luminosa que se abre sobre la nueva era que ha sido preparada para vosotros por la Santísima Trinidad.»