Mensaje del 13 de octubre de 1991 en Birkenhead, St. Laurence (Inglaterra)
Aniversario de la última Aparición de Fátima
La gran señal en el cielo.
«Miradme a Mí, hijos predilectos y mis consagrados, en la gran lucha que estáis llevando a cabo, a las órdenes de vuestra Celestial Capitana. Yo soy la Mujer vestida del Sol. Yo soy la gran señal que aparece en el cielo. Hoy recordáis mi última aparición ocurrida en Fátima, en la Cova de Iria, confirmada por el milagro del sol. Este milagro os indica, de manera extraordinaria, que Yo soy la Mujer vestida del Sol. Este milagro os invita a mirar hacia Mí, como la gran señal que aparece en el cielo. Soy una gran señal de lucha entre mi Adversario y Yo, entre la Mujer y el Dragón, entre mi ejército y el ejército guiado por el enemigo de Dios. Entráis en los tiempos decisivos de la batalla. Os preparáis para vivir las horas más difíciles y los sufrimientos más grandes. Es necesario que todos vengáis lo más pronto posible a formar parte de mi ejército. Por esto invito nuevamente a mis hijos a consagrarse a mi Corazón Inmaculado y a confiarse a Mí como niños. Hoy extiendo esta invitación sobre todo a los pequeños, a los pobres, a los últimos, a los enfermos, a los pecadores. Venid todos a luchar bajo el signo de vuestra Madre Inmaculada, porque con la debilidad de los pequeños, con la confianza de los pobres, con el sufrimiento de los enfermos es como Yo combato hoy mi gran batalla. Soy una gran señal de victoria. Yo soy la Mujer victoriosa. Al final, el poder de Satanás será destruido y Yo misma lo ataré con mi cadena y lo encerraré en su reino de muerte y de tormento eterno, del cual ya no podrá salir. En el mundo solamente reinará el Vencedor del pecado y de la muerte, el Rey de todo el universo creado, Jesucristo. Dejaos marcar ahora con mi sello. En estos tiempos los Angeles de Luz recorren el mundo, para marcar con el signo de la Cruz a todos los que forman parte de mi ejército victorioso. Contra éstos, la estrella del abismo no tendrá ningún poder, aunque estén llamados a grandes sufrimientos y algunos de ellos a derramar su propia sangre. Pero será con el gran dolor de estos hijos míos, que Yo obtendré mi mayor victoria. Hoy os invito a mirarme, como la gran señal que aparece en el cielo, para vivir en la confianza y en la serenidad, mientras sois iluminados por mi propia Luz y sois marcados por mi sello maternal.»