Mensaje del 13 de mayo de 1991 en Salzburgo (Austria)
Aniversario de la primera Aparición de Fáíima
El Papa de mi secreto.
«Estáis hoy aquí reunidos, en este mi venerado Santuario, en un Cenáculo tan numeroso de Sacerdotes y fieles de mi Movimiento Sacerdotal Mariano. Recordáis así el aniversario de mi primera aparición ocurrida el 13 de Mayo de 1917 en Fátima. Os sentís muy unidos espiritualmente a mi Papa Juan Pablo II, este don precioso que mi Corazón Inmaculado os ha dado, que en estos mismos momentos se encuentra orando en Cova de Iria para darme gracias por la protección extraordinaria y materna que Yo le di, salvándole la vida, en la circunstancia del cruento atentado, ocurrido hace diez años en la Plaza de San Pedro. Hoy os confirmo que este es el Papa de mi secreto; el Papa de quién hablé con los niños durante las apariciones; el Papa de mi amor y de mi dolor. Con mucho valor y con fortaleza sobrehumana, Él va a todas partes del mundo, sin preocuparse por el cansancio y los peligros innumerables, para confirmar a todos en la fe, cumpliendo así con su ministerio apostólico como Sucesor de Pedro, Vicario de Cristo, Pastor universal de la Santa Iglesia Católica, fundada sobre la roca por mi Hijo Jesús. El Papa da a todos la luz de Cristo, en estos tiempos de gran oscuridad. Confirma con vigor en las verdades de la fe, en estos tiempos de apostasía general. Invita a caminar por la senda del amor y de la paz, en estos tiempos de violencia, de odio, de desórdenes y de guerras. Mi Corazón Inmaculado está herido, al ver como alrededor Suyo, se difunden el vacío y la indiferencia; la rebelión por parte de algunos pobres hijos míos, obispos, sacerdotes, religiosos y fieles, y la oposición soberbia a su Magisterio. “Por eso hoy mi Iglesia es lacerada por una profunda división, es amenazada por la pérdida de la Verdadera fe, es invadida por una infidelidad que se hace cada vez mayor”. Cuando este Papa haya cumplido la misión que Jesús le ha encomendado y Yo baje del Cielo para acoger su sacrificio, todos seréis envueltos por una densa tiniebla de apostasía que entonces llegará a ser general. Permanecerá fiel solamente aquel pequeño resto que en estos años, acogiendo mi invitación maternal, se ha dejado encerrar en el refugio seguro de mi Corazón Inmaculado. Y será este pequeño resto fiel, que Yo he preparado y formado, quien tendrá la misión de recibir a Cristo que volverá en gloria, iniciando así la nueva era que os espera».