Mensaje del 12 de septiembre de 1991 en Sastin (Eslovaquia)
Santuario Nacional de Eslovaquia
En el nombre de María.
«Hoy, mi amadísimo hijo, en la fiesta del venerado nombre de tu Madre Celestial, terminas tu viaje tan extraordinario en gracias, con un gran Cenáculo que celebras para los Sacerdotes y para los fieles, en este gran Santuario Nacional, dedicado a la memoria de mis dolores. En todas partes has encontrado una respuesta muy generosa por parte de todos a mi petición de oración y consagración. Te has admirado, sobre todo, porque has llegado aquí por primera vez y has encontrado a mi Movimiento Sacerdotal Mariano tan difundido, aceptado y seguido. Esta es solamente mi Obra y Yo misma la llevo adelante en todas partes del mundo. Porque estos son los tiempos de mi triunfo, de mi victoria y de vuestra salvación. —En el nombre de vuestra Madre Celestial, sí, en el Nombre de María, fueron derrotados los turcos, cuando asediaban la ciudad de Viena y amenazaban con invadir y destruir todo el mundo Cristiano. Eran muy superiores en fuerza, en número y armas, y sentían que su victoria estaba asegurada. Pero Yo fui públicamente invocada y Me oraron. Mi nombre fue escrito en los estandartes, gritado por los soldados y así por mi intercesión, sucedió el milagro de esta victoria que salvó al mundo cristiano de su destrucción. Por esta razón, el Papa instituyó en este día, la fiesta del Nombre de María. — En el Nombre de María, en estas Naciones ha sido derrotado el comunismo marxista, que desde hace unas decenas de años, dominaba y tenía a tantos pobres hijos míos bajo su pesada y sangrienta esclavitud. No fue a causa de los movimientos o de los políticos, sino sólo por mi intervención personal que finalmente llegó vuestra liberación. Y será también en el Nombre de María que Yo llevaré Mí Obra a su cumplimiento, con la derrota de la masonería, de toda fuerza diabólica, del materialismo, del ateísmo práctico; para que la humanidad entera pueda llegar a su encuentro con el Señor y sea así purificada y completamente renovada, con el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Por esta razón, Yo deseo que se vuelva a celebrar con esplendor la fiesta en honor del Nombre de María, ahora que vais a entrar en los momentos más fuertes de la lucha y en la parte más dolorosa de la gran tribulación. Desde este Santuario mío, miro con amor a aquellas Naciones que todavía conservan la fiesta del Nombre de vuestra Madre Celestial y les prometo una especial y materna protección. En particular bendigo esta tierra de Eslovaquia, donde soy tan amada, venerada y glorificada cada vez más».