Mensaje del 1 de enero de 1991 en Rubbio (Italia)
Fiesta de María Santísima Madre de Dios
El anuncio de la nueva era.
«A la luz de mi Divina Maternidad, empezad este nuevo año en la oración y en la confianza. Soy verdadera Madre de Dios. Aquél que nace de mí, en la Santa Noche de Navidad y es depositado con tanto amor en el pesebre, rodeado de tanta desolación y de una pobreza tan grande, es el verdadero Hijo de Dios, el Verbo del Padre hecho carne en mi seno virginal, la Imagen de su substancia, el Esplendor de su gloria. Por voluntad de mi Hijo Jesús me he convertido también en vuestra Madre. —Como Madre estoy al lado de cada uno de vosotros, para ayudaros a realizar, en el tiempo que os es concedido, el designio de vuestro Padre Celestial. Este designio es que cumpláis su Voluntad Divina. Y la Voluntad Divina es que vosotros seáis santos. Por eso, Yo os ayudo a caminar por la senda de la santidad, para que vosotros cumpláis de manera perfecta la Divina Voluntad y podáis así dar, en vuestra vida, la mayor gloria a la Santísima Trinidad. —Como Madre estoy al lado de la Iglesia, mi amadísima hija. En estos tiempos la Iglesia está llamada a vivir las horas de la agonía y de Getsemaní; las horas de la Pasión redentora, las horas de su inmolación cruenta en el Calvario. Al empezar este nuevo año, en la vía del Calvario Yo encuentro a todos mis hijos: el Papa, particularmente amado, guiado y defendido por Mí, los Obispos, los Sacerdotes, los Religiosos y los fieles. ¡Qué cruz tan pesada tienen que llevar hoy estos hijos míos tan amados! La cruz de la apostasía y de la falta de fe, la cruz de los pecados y de los innumerables sacrilegios, la cruz del abandono y del rechazóla cruz de la condena y de la crucifixión. Se acerca para mi Iglesia el momento del derramamiento de sangre y de su cruenta inmolación. Sobre todo en estos tiempos, Yo estoy siempre junto a esta hija mía que sufre y agoniza, así como lo estaba al pie de la Cruz en la cual Jesús era inmolado para nuestra redención. —Como Madre estoy junto a esta pobre humanidad, enferma y oprimida bajo el peso de su obstinado rechazo a Dios y a su Ley de Amor. ¡Cómo se ha alejado del Señor! Se ha querido construir una civilización atea y materialista; se han propuesto unos nuevos valores, fundados en la satisfacción de todas las pasiones, en la búsqueda de todos los placeres, en la legitimación de todo desorden moral. De este modo, el egoísmo y el odio han reemplazado al amor; la soberbia y la incredulidad, a la fe; la avaricia y la lujuria, a la esperanza; el fraude y el engaño, a la honestidad; la maldad y la dureza de los corazones, a la bondad. Satanás ha cantado su victoria porque ha llevado el pecado a las almas, la división a las familias, a la sociedad, y a las naciones en sí mismas y entre las naciones. Así la paz nunca ha sido tan amenazada como en vuestros días. Empezáis este año nuevo bajo la grave amenaza de un conflicto, que podrá llegar a ser la chispa que hará explotar la terrible tercera guerra mundial. Rezad, hijos predilectos, haced penitencia, porque ya habéis entrado en el tiempo del gran castigo que el Señor mandará para la purificación de la tierra. Multiplicad los Cenáculos de oración por todas partes, como os he pedido desde hace mucho tiempo y no os dejéis apoderar por el miedo ni por el desaliento. Tened gran confianza en la poderosa obra de intercesión y de mediación de vuestra Madre Celeste. El gran sufrimiento que os espera es para prepararos al nacimiento de la nueva era, que está por llegar al mundo. Vivid este nuevo año en mi Corazón Inmaculado, que es el refugio que Yo os he preparado para estos tiempos, llenos de sufrimiento para las personas individualmente y para los pueblos. Por tanto, no tengáis miedo. Vuestro sufrimiento aumentará mientras aumente la prueba que ya ha empezado. Yo soy el anuncio de la nueva era. En la profunda oscuridad de este tiempo, si vivís Conmigo, podréis vislumbrar la claridad de los tiempos nuevos que os esperan. Mirad hacia esa luz y vivid en la paz del corazón y en la esperanza. Si permanecéis siempre en mi Corazón Inmaculado, mis predilectos e hijos consagrados a Mí, podréis ya desde estos momentos iniciar la nueva era de santidad y de gracia, de luz y de pureza, de amor y de paz. Así, en la hora de la gran prueba, daréis a todos el carisma de mi presencia maternal y seréis un bálsamo suave y esperado para tantas heridas abiertas y sangrantes. Al empezar este nuevo año, que abre la puerta al último decenio de este siglo y que será marcado por acontecimientos graves y decisivos, Yo os encierro en lo profundo de mi Corazón Inmaculado y os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».