Mensaje del 3 de junio de 1990 en Vacallo (Suiza)
Solemnidad de Pentecostés
El tiempo del Espíritu Santo.
«En el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado, hijos predilectos, invocad hoy, con vuestra Madre Celeste, el Don del Espíritu Santo. —Ven Espíritu Santo, ven por medio de la poderosa intercesión del Corazón Inmaculado de María, tu amadísima Esposa— Repetid esta invocación con frecuencia. Que se convierta en vuestra oración habitual en estos años que os separan aún del gran jubileo del año 2000, mientras vivís los tiempos conclusivos de este segundo adviento. Os acercáis al momento en el que se cumplirá el gran prodigio del segundo Pentecostés. Sólo el Espíritu de Amor puede renovar el mundo entero. Sólo el Espíritu de amor puede formar los cielos nuevos y la nueva tierra. Sólo el Espíritu de Amor puede preparar los corazones, las almas, la Iglesia y la humanidad entera, para recibir a Jesús que volverá a vosotros en gloria. Por eso entráis en los tiempos en los cuales la acción Divina del Espíritu Santo será cada vez más fuerte. En estos tiempos el Espíritu Santo tiene la misión de llevaros a la realización del Designio del Padre Celestial, en la glorificación perfecta y universal de su hijo Jesucristo.De este modo, el Espíritu Santo cumple su misión Divina de dar un testimonio pleno del Hijo y os llevará a la comprensión de toda la Verdad. El Espíritu Santo tiene la misión de convertiros hoy en valientes testigos de la Verdad y de llevaros al heroico testimonio de fe en Jesús. El Espíritu Santo tiene la misión de iluminar vuestras almas con la Luz de la Gracia Divina y de guiaros por el camino de la santidad. Por eso derrama sus siete Dones santos sobre vosotros, dando de este modo vigor y crecimiento en las virtudes teologales y morales, que transforman vuestra vida en ese jardín florido, en el cual la Santísima Trinidad, establece su morada. El Espíritu Santo tiene la misión de formar vuestros corazones en la perfección del amor y así quema en vosotros toda forma de egoísmo y os purifica con el crisol de innumerables sufrimientos. El Espíritu Santo tiene la misión de llevar a la Iglesia a su mayor esplendor, para que de este modo llegue a ser toda hermosa, sin manchas y sin arrugas, a imitación de su Madre Celeste, y para que pueda así difundir la Luz de Cristo en todas las naciones de la tierra. El Espíritu Santo tiene la misión de transformar toda la humanidad y de renovar la faz de la tierra, para que llegue a ser un nuevo Paraíso terrestre, en el cual Dios será gozado, amado y glorificado por todos. El Espíritu Santo abre y cierra las puertas del segundo Adviento. Por eso todo el período del Segundo Adviento que estáis viviendo, es el tiempo del Espíritu Santo. Vosotros vivís su tiempo. Os invito a multiplicar los Cenáculos de oración Conmigo en todas partes. Toda la Iglesia debe entrar en el Cenáculo espiritual de mi Corazón Inmaculado y recogerse en una incesante oración con su Madre Celeste. Porque mi Corazón Inmaculado es la puerta de oro a través de la cual pasa el Espíritu Santo para llegar a vosotros y llevaros al segundo Pentecostés.»