Mensaje del 29 de septiembre de 1990 en Alberta (Canada)
Fiesta de los Arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel
La hora de las potestades Angélicas
«Hoy celebráis la fiesta de los Arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel e invocáis su protección. En estos tiempos de la gran tribulación os invito a vivir en unión de vida con los Angeles del Señor. Ellos tienen, hoy, una misión importante que cumplir en favor vuestro. —Os iluminan el camino que debéis recorrer, para ser fieles a la consagración que me habéis hecho. Es un camino difícil y doloroso, marcado por muchos obstáculos y amenazado por muchas insidias de mi Adversario. Los Ángeles os toman de la mano y os conducen por la senda de la luz, del amor y de la santidad. —Os dan valor y consuelo en las muchas dificultades que debéis soportar y os sostienen en vuestra debilidad humana. Están a vuestro lado como verdaderos hermanos, que toman a pecho vuestra persona y vuestra vida. —Os defienden contra los continuos ataques de Satanás, contra sus numerosas asechanzas, contra los obstáculos que pone en vuestro camino. La gran batalla que se está combatiendo ahora es sobre todo a nivel de espíritus: los espíritus malos, contra los Espíritus Angélicos. Vosotros estáis involucrados en esta lucha que se desarrolla entre el cielo y la tierra, entre los Ángeles y los demonios, entre San Miguel Arcángel y Lucifer. A los Ángeles del Señor ha sido encomendada la misión de defender vuestras personas, la vida de la Iglesia, el bien de toda la humanidad. En esta gran Nación, donde te encuentras para celebrar los Cenáculos, contempla cómo la humanidad engañada por los falsos espíritus, corre por la senda del mal y de una gran inmoralidad y cómo la misma Iglesia está cada vez más minada por los errores y los pecados y corre peligro de perder la verdadera fe, debido a su separación del Papa y la oposición a su Magisterio. En estos tiempos perversos vosotros debéis orar mucho a los Angeles del Señor. Es la hora de las Potestades Angélicas. Las Potestades Angélicas son las que guían a todos mis hijos en la batalla decisiva, para la derrota definitiva de Satanás y la venida del Reino glorioso de Cristo, en el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo.»