Mensaje del 24 de diciembre de 1990 en Dongo (Italia)
Noche Santa
Acoged los anuncios proféticos
«Vivid Conmigo, hijos predilectos, las horas preciosas que preceden al nacimiento de mi Niño Divino. Es la Noche Santa. Pasadla Conmigo: en el silencio, en la contemplación, en la oración, en la paz. Participad en el gozo de mi Corazón Inmaculado, que se abre para dar al mundo al Redentor y Salvador. ¡Cuántos siglos hace que se esperaba este acontecimiento! La promesa de Su venida había bajado como una antorcha para iluminar el oscuro desarrollo del tiempo y de la historia. Los profetas habían vaticinado este momento; los justos lo esperaban con fe; los pobres lo esperaban ardientemente; el Espíritu preparaba los corazones y las almas para su venida. Todos los santos y los justos de Israel se durmieron invocando este momento inefable. En esta noche concluye la espera de siglos, porque el Verbo del Padre, mientras el silencio lo envuelve todo, nace a la vida humana y se hace hermano nuestro. Nace en una cueva, en mucha pobreza, rechazado por todos, acogido con amor y ternura por Mí, su Madre virginal, y por mi castísimo esposo José, y alegrado por las voces celestiales de los Angeles y por la presencia de los pequeños, de los pobres, de los sencillos, de los puros de corazón. Hijos predilectos, vivid vosotros también Conmigo el misterio gozoso de esta Navidad. Rodead la cuna desguarnecida con vuestro amor sacerdotal; reparad el rechazo de muchos con la plenitud de santidad y de testimonio fiel; besad Conmigo su tierno cuerpecito y juntos demos las gracias al Padre Celestial por su Hijo Unigénito que hoy nos es dado a todos. Y prepara todos para su segundo Nacimiento. El hielo del pecado aún recubre la vida de los hombres y de los pueblos; la tiniebla de los errores invade el mundo entero; el rechazo de Dios y de su Ley de amor es erigido como norma de la vida humana. Se difunden el odio, la impureza, el egoísmo, la división, y la amenaza de una nueva guerra terrible se hace hoy más concreta y más cercana. Habéis entrado en los tiempos que os han sido predichos. Habéis entrado en los últimos tiempos. E ntonces acoged los anuncios proféticos que, de muchas maneras, os han indicado la cercanía de este segundo Nacimiento. Mientras la noche profunda ha bajado otra vez sobre el mundo y tanto hielo paraliza los corazones de los hombres, abrid vuestras almas a la confianza y a la esperanza. Escuchad con gozo mi anuncio profètico. Como Madre del segundo Adviento Yo os preparo a su nuevo Nacimiento. Por eso, en todas partes del mundo, estoy formando mi ejército de los pequeños, de los pobres, de los humildes, de los puros de corazón, para preparar así una cuna preciosa para Jesús, que regresa a vosotros en gloria.»