Mensaje del 15 de noviembre de 1990 en Malvem, Pensilvania (U.S.A.)
Ejercicios Espirituales, en forma de Cenáculo con 3 Obispos y 250
Sacerdotes del M.S.M. de los Estados Unidos y Canadá
La hora de la gran prueba
«Hijos predilectos, hoy quiero deciros, el gozo y el consuelo tan grande que siente mi Corazón Inmaculado, al veros reunidos, en tan gran número, en estos Ejercicios Espirituales que hacéis bajo forma de un continuo Cenáculo. Habéis venido de casi todos los Estados de vuestra Nación, de Canadá y de otros Países de América Latina. Os reunís en la oración hecha Conmigo, con el rezo del Rosario completo, con la escucha de mi palabra, con la solemne hora de adoración Eucarística y con la concelebración de la Santa Misa, siempre presidida por un Obispo, durante la cual renováis vuestro acto de consagración a mi Corazón Inmaculado. Habéis querido hacer aún más intenso vuestro acto de amor y reparación a Jesús presente en la Santísima Eucaristía, con vuestra adoración nocturna, tan querida y bendecida por Mí, porque ha dado tanto consuelo y tanta alegría al Corazón Eucarístico y Sacerdotal de Jesús. Ahora os anuncio que la hora de la gran prueba ya ha llegado. — La gran prueba ha llegado para vuestra Nación. ¡Cuántas veces, como Madre preocupada y dolorida, he querido invitar a mis hijos a recorrer el camino de la conversión y del retomo al Señor! No he sido escuchada. Habéis seguido por el camino del rechazo de Dios y de su ley de amor. Se han difundido cada vez más los pecados de impureza, y la inmoralidad se ha extendido como un mar que ha sumergido todas las cosas. Se ha justificado el pecado impuro contra naturaleza de la homosexualidad; se ha generalizado el uso de los medios para impedir la vida, mientras los abortos, estos asesinatos de niños inocentes que claman venganza ante Dios, se han difundido y son practicados por todas partes en vuestra Patria. Ya está próximo el momento de la Justicia Divina y de la gran Misericordia. Conoceréis la hora de la debilidad y de la pobreza; la hora del sufrimiento y de la derrota; la hora purificadora del gran castigo. — La gran prueba ha llegado para vuestra Iglesia. Se han seguido difundiendo los errores que han llevado a la pérdida de la fe. Muchos Pastores no han estado atentos, ni vigilantes y han permitido a muchos lobos rapaces, disfrazados de corderos, introducirse en la grey para llevar el desorden y la destrucción. ¡Qué grande es vuestra responsabilidad, oh Pastores de la Santa Iglesia de Dios! Se sigue por el camino de la separación del Papa y del rechazo de su Magisterio; hasta se prepara a escondidas un verdadero cisma que pronto podrá llegar a ser abierto y proclamado. Entonces quedará solamente un pequeño resto fiel que Yo guardaré en el jardín de mi Corazón Inmaculado. — La gran prueba ha llegado para toda la humanidad. El castigo que he predicho en Fátima y es contenido en esa parte del secreto que todavía no os ha sido revelado, está a punto de llegar. Ha llegado para el mundo el gran momento de la Justicia Divina y de la Misericordia. Por esto os he querido aquí. Vosotros debéis ser los apóstoles de estos últimos timpos. Id a todas partes y proclamad, con fortaleza y valor, el Evangelio de Jesús. Caminad por la senda del desprecio del mundo y de vosotros mismos. Iluminad la tierra en estos tiempos de gran oscuridad. Haced bajar sobre el mundo los rayos de luz de vuestra fe, de vuestra santidad, de vuestro amor. Habéis sido escogidos para combatir con valor contra la fuerza de aquél que se opone a Cristo, para conseguir, al final, mi mayor victoria. Salid de este Cenáculo con confianza; salid con gozo y con una gran esperanza. Yo estoy con vosotros. Yo me manifiesto por medio de vosotros. Yo realizaré prodigios en vosotros, para que todos puedanver mi Luz y sentir mi presencia maternal. Junto a vuestros seres queridos, y a las almas que os han sido encomendadas, os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.»